Estudiar en la universidad: mucho más que asistir a clases

Macarena del Valle, junto a Lorena Canet-Juric, Eliana Zamora, María Laura Andrés y Sebastián Urquijo, integrantes del Instituto de Psicología Básica y Aplicada (IPSIBAT, CONICET-UNMDP) y llevaron adelante una investigación, recientemente publicada en la revista Psicología Educativa sobre cómo determinados procesos cognitivos, como las funciones ejecutivas y las emociones, junto con las características sociodemográficas, se vinculan con el rendimiento, la deserción, la regularidad y las calificaciones de estudiantes universitarios.

Macarena del Valle, becaria  del CONICET y primera autora del trabajo, señala que en la investigación hallaron que la edad, el nivel socioeconómico, las horas que trabaja el estudiante, la inhibición y la flexibilidad cognitiva, explicarían un 38 por ciento del éxito de ese estudiante.  La especialista explica: “El rendimiento está determinado por muchísimas variables, muchas que escapan al estudio. Algunas dependen del estudiante, como las características psicológicas, emocionales, sociodemográficas, otras están vinculadas a la institución, sus características y docentes y hay otras más generales, como puede ser la situación de la macroeconomía. En el estudio consideramos tanto variables que consideramos relevantes en términos psicológicos como algunas sociodemográficas, que era importante tener bajo control. El porcentaje de relación encontrado es un número considerable, sobre todo cuando se evalúa la cantidad de aspectos que pueden afectar el rendimiento de un estudiante universitario”.

Del Valle cuenta que los resultados, publicados en la revista Psicología Educativa, permiten saber qué variables se podrían entrenar si se quiere intervenir en esta población. “Por ejemplo si quisiéramos avanzar en un programa para mejorar el rendimiento académico de los estudiantes, ya sabemos sobre qué variables podemos focalizar. No podemos cambiar el nivel socioeconómico de un estudiante para que le vaya mejor, pero podemos entrenar estas capacidades cognitivas. Y si estas mejoran es probable también que mejore el rendimiento, ya que ambos procesos se encuentran asociados”, indica la especialista.

Las funciones ejecutivas son una serie de procesos cognitivos que son responsables de regular, moderar, monitorear las respuestas, los pensamientos y las emociones. “La memoria de trabajo es como un espacio mental que nos permite retener información de forma breve, para que podamos recordarla momentáneamente o trabajar con ella, manipularla de alguna forma. Como cuando intentamos hacer cálculos mentalmente: estamos manipulando mentalmente la información y usando nuestra memoria de trabajo para hacerlo”, explica del Valle.

El control inhibitorio es la capacidad para detener o reducir respuestas o emociones que pueden ser automáticas, pero que no se ajustan a determinado objetivo. La psicóloga detalla: “Por ejemplo, yo puedo estar enojada y querer responderle mal a un profesor, pero eso me va a perjudicar y me va a alejar de mis objetivos. El control inhibitorio nos permite detener esas respuestas que surgen de forma rápida, para que podamos evaluar si es lo más ajustado a hacer considerando el objetivo que nos propusimos”. Mientras que la flexibilidad cognitiva es, según señala la especialista, la capacidad para alternar entre distintas estrategias, metas, reglas. Este proceso se evidencia, cuando el estudiante ajusta su forma de estudiar en función de las características de un examen, o modifica rápidamente una respuesta cuando en un examen oral le cambian la pregunta, por nombrar un caso.

Del Valle indica que las funciones ejecutivas se evalúan a través de tareas donde los participantes deben realizar actividades muy concretas. Una de ellas es el Test de Stroop, que aunque no se usó en este estudio, es muy reconocido. En la tarea aparecen nombres de colores escritos con tinta de colores diferentes, por ejemplo, la palabra ROJO escrita en azul. Se le pide a la persona que diga el color de la tinta, en vez de leer la palabra. No es una tarea sencilla de hacer, involucra la capacidad de control inhibitorio, porque la persona tiene que evitar una respuesta automática y sobre-aprendida, que es leer, y dar una respuesta diferente, correcta pero menos rápida: nombrar el color.

Del Valle sostiene que muchas veces se piensa que la psicología del aprendizaje sólo se centra  en la niñez, en las escuelas, de hecho existen pocos antecedentes de este tipo de análisis en estudiantes de nivel universitario, ya que la mayoría de estos estudios se realizan en infancias. “Lo cierto es que aprendemos durante toda la vida, nunca dejamos de aprender. Y la universidad es un espacio de aprendizaje con muchísimas particularidades, pero que se ha explorado menos que la escolaridad primaria. Cuando empecé en el mundo de la investigación, yo todavía era estudiante universitaria, por lo que la temática me era muy cercana ¿Cómo se aprende? ¿Por qué hay gente a la que le es más fácil o más difícil? ¿Podemos intervenir para mejorar estos procesos? ¿Podemos optimizar la calidad de los aprendizajes? ¿Podemos obtener mejores resultados? ¿Podemos, como psicólogos, prevenir que alguien deje su carrera? Si bien estas preguntas no tienen una única respuesta clara y sencilla, esta investigación es un pequeño aporte a estos interrogantes”, añade la investigadora.

La especialista en psicología del aprendizaje recomienda a quienes estudian, especialmente en el nivel universitario, no descuidar la salud mental, ya que los procesos emocionales intervienen en el aprendizaje. “Además es importante aprender a aprender, es decir, que hay muchas técnicas, estrategias, herramientas, métodos, que pueden ayudar y colaborar el proceso de aprendizaje, y que muchas de ellas hay que entrenarlas. Estudiar en el secundario, no es lo mismo que estudiar en la universidad. A veces no se trata sólo estudiar más horas si no de aprender cómo se estudia, cómo optimizar el tiempo, cómo gestionar el aprendizaje y cómo entrenar algunas habilidades”, concluye del Valle.