Medio Oriente desplaza del escenario global a Ucrania

Un hecho fáctico es que, después de 75 años de conflicto permanente, no se ha podido estabilizar la situación geopolítica en Medio Oriente. La más famosa de las guerras de larga duración fue, si bien de características feudales, la llamada Guerra de los Cien Años (1337-1453) entre los reinos de Francia e Inglaterra, realizada para recuperar las tierras acumuladas por los monarcas ingleses en suelo francés, que terminó cuando, finalmente, los franceses reconquistaron sus dominios.

El conflicto entre el Estado de Israel y los palestinos se ha prolongado por varias razones; claramente no es un conflicto racial (ambos son pueblos semitas, con lenguas semejantes, como el hebreo, el árabe, el arameo, el acadio y otras), ni es estrictamente religioso (ambos son monoteístas, aunque los respectivos extremismos se agitan unos contra otros); si bien tienen una raíz geopolítica (partición territorial arbitraria de fronteras realizadas por Gran Bretaña), el argumento central esgrimido por las partes es una reivindicación histórica, un equivalente a quienes son “los pueblos originarios”; la “pertenencia territorial”, (la “Tierra Prometida”, según la tradición judía), lo cual es un tema imposible de resolver, pues larga es la historia de pases de mano sobre dicho territorio. Espacio amplio que involucraba Palestina, Israel, Líbano, Siria, Irak, Jordania y parcialmente Arabia, Turquía y Egipto; ocupado sucesivamente desde hace de 3000 años a.C. por cananeos, filisteos, hebreos, arameos, árabes, acadios, fenicios, caldeos, cananeos, amorreos, jebuseos, hititas, edomitas, moabitas y filonitas. Sobre ellos se asentaron varios reinos (Caaná, Israel, Judá), e imperios (Babilonia, Asiria, Roma; Omeya, Otomano; Gran Bretaña) hasta llegar al conflicto actual.

En 1917 Arthur Balfour, ministro de Relaciones Exteriores británico, expresa el apoyo a la creación de “un hogar nacional para el pueblo judío” en Palestina, conocido por la “Declaración Balfour”. En 1948, con la creación del Estado de Israel, comienza la “Nakba” (el destierro de los palestinos), el desplazamiento de más de 700.000 palestinos de sus hogares, sin indemnizaciones económicas, convirtiéndolos en “refugiados” en campamentos improvisados situados en Cisjordania y en Gaza, a los que le prometieron la creación de un Estado (Palestino), promesa aún incumplida, pero que motoriza, como contrapartida a la creación del Estado de Israel, una demanda permanente y sostenida, del “derecho al retorno” a sus hogares o tierras propias. Un problema que se agrava permanentemente por la expulsión de sus tierras, propiedad de los palestinos, en Cisjordania, a manos de la expansión de los colonos israelíes, política apoyada decididamente por Netanyahu y su coalición de gobierno, ultraderechista, supremacista y ultra-religiosa. La estrategia política de este grupo, considera que, dada la hostilidad de sus vecinos, Israel necesita ocupar totalmente tanto Gaza como Cisjordania, desplazando a los palestinos, para lograr una población con mayoría relativa israelí; y que sólo así se sentirían seguros dentro de sus fronteras. No es estrictamente una “limpieza” étnica, pero se asemeja. Aunque Israel pretenda “empujar” a gran parte de la población palestina de Gaza al desierto del Sinaí en Egipto, éste no lo va a aceptar. El mismo caso ocurriría con pobladores de Cisjordania hacia Jordania.

Aun asumiendo que esas sean las ideas del actual gobierno de Israel, tampoco se puede justificar las acciones extremadamente aberrantes y sanguinarias de Hamás, que deben repudiarse sin atenuantes. Pero desde la geopolítica se debe analizar todo el historial de hechos, como bien lo exponen innumerables sectores dentro de Israel que vienen cuestionando dichas políticas desde hace años y apoyan la creación del Estado Palestino. En Israel se ha desatado un fuerte cuestionamiento a la estrategia de defensa hasta ahora desarrollada, que parece haber ignorado o al menos ha sido demasiado tolerante y pasiva con el armado de Hamas (con dinero girado por Qatar), y hasta favoreciendo su fortalecimiento en detrimento de la Autoridad Palestina de Mahmud Abás, acusado de corrupto y de muy tolerante con el avance de los colonos en Cisjordania.

Si bien la ausencia de una violencia sostenida a gran escala, durante los últimos tiempos, produjo una ilusión de estabilidad fronteriza, el sorpresivo ataque de Hamás marcó el dramático colapso de la estrategia de disuasión, que suponía que se podía contener a Hamás mediante tecnología defensiva y limitadas operaciones de disuasión en Gaza. Desde el 2005 Israel contuvo a Hamás y a la Jihad Islámica Palestina (YIP), basándose en alertas tempranas de inteligencia, fuertes defensas fronterizas y el uso ocasional de la fuerza para contener nuevas agresiones, como fue el caso en 2006, 2008, 2012, 2014, 2021, 2022 y mayo de 2023. El concepto de conflicto limitado, combinado con la aceptación mantener a Hamás en Gaza, era coincidente con los objetivos de Netanyahu de dividir el sistema palestino en dos y así debilitar a la Autoridad Palestina en Cisjordania, con el fin estratégico de impedir la conformación del Estado Palestino, acordado en 1948. Pero el error central fue permitir que Hamás pasara de ser un movimiento político-social a ser un ejército fuertemente armado con tecnología moderna.

También es importante destacar que muchos ciudadanos israelíes aún hoy no se explican como el Ejercito recién comenzó a actuar en la zona, donde se perpetraban dichas barbaridades, después de diez horas de comenzado los hechos, ya que las vallas derribadas en el primer momento contaban con sistemas electrónicos de avisos de emergencias, como tiene cualquier alarma vecinal. Todo el proceso de investigación de lo ocurrido el 7 de octubre ha pasado a un segundo plano, ya que los hechos sanguinarios han unificado a la nación para seguir la guerra contra Hamás, aunque falte mucho por esclarecer. Sin coincidir con las variadas teorías conspirativas, la prensa global se ha hecho eco de relacionar este ataque con lo ocurrido en Pearl Harbour (Japón-EEUU) y al 11S (ISIS-EEUU).

El conflicto permanente de todo el Medio Oriente se explica por la importancia geopolítica de la zona, ubicada entre Europa, Asia y África. A inicios del siglo XX, la expansión del Imperio Británico necesitaba controlar las rutas comerciales marítimas y terrestres estratégicas para asegurar el flujo de recursos y materias primas hacia Gran Bretaña. El Canal de Suez (conecta los mares Mediterráneo y el Rojo) era vital para el despliegue de fuerzas militares y la proyección del poder británico hacia Asia (India, Afganistán y otros). En juego estaba la apropiación de recursos naturales estratégicos: petróleo, minerales y productos agrícolas, así como proteger sus inversiones en redes ferroviarias. También fue clave para debilitar y luego destruir al Imperio Otomano, finalizando la Primera Guerra Mundial.

Después de la Segunda Guerra Mundial, EEUU continuó la tarea asumida anteriormente por Gran Bretaña y profundizó su papel geopolítico en la zona, ahora para contrarrestar la influencia y la expansión de la URSS. Para ello fue creando una red de países aliados, como Israel, Arabia Saudita, Irán, Turquía, y los Emiratos, que proporcionaron bases militares, recursos estratégicos y apoyos políticos en la región. Para asegurar su papel hegemónico, EEUU también alimentó rivalidades que llevaron a conflictos entre Estados (Irak vs Irán, Pakistán vs India, Arabia Saudita vs Irán), matizado por el accionar, siempre sospechoso, de grupos terroristas como Al-Queda, ISIS en Irak, Siria, Afganistán y otros lugares. La desestabilización permanente; su sucesiva intervención y mediación fue una construcción estratégica de EEUU, aunque también tuvo su contrapartida, desplegadas por parte de Rusia y de Irán. Dichas acciones caracterizaron los últimos 70 años de Medio Oriente, donde el conflicto Israel- Palestina no fue el más importante, pero si el más permanente y el de más difícil solución. No olvidemos a Anwar el Sadat, primer presidente egipcio en visitar Israel para firmar acuerdos de paz, asesinado por militares en 1981. Tampoco al primer ministro Isaac Rabin, asesinado en 1995 por parte del ultranacionalista judío Yigal Amir, opuesto a la iniciativa de paz (Acuerdos de Oslo) y finalmente a Yasser Arafat, popular líder y presidente de la Autoridad Palestina, asesinado en 2004 por envenenamiento con plutonio.

Un mundo en guerra: NATO-Ucrania-Rusia en territorio de Ucrania; revueltas anticoloniales en el Sahel africano; retirada armenia de Nagorno Karabaj por avance de Azerbaiyán; Israel invade Gaza por ataque terrorista; aumenta la violencia en Siria; Rusia se aparta del Tratado de Control Nuclear; China hace maniobras frente a las costas de Taiwan. ¿Qué hay detrás de la explosión mundial de conflictos violentos? Pareciera que los permanentes conflictos no pudiesen canalizarse, como indican los manuales de la guerra irrestricta o híbrida, por los canales incruentos. Una explicación es que nos acercamos a la conformación de dos grandes bloques globales, cuyas diferencias se dirimen militarmente en las periferias, como ocurría en los tiempos de la Guerra Fría. Otra es que el poder individual de las grandes potencias ha perdido su poder de disuasión y que las potencias intermedias accionan según sus visiones regionales y según sus propios criterios de intereses nacionales. Y la ola no parece parar. El problema de fondo es que toda estrategia militar no termina con la victoria, si el triunfo no está acompañado de una estrategia efectiva para mantener la paz.

En el caso de Palestina, pese a la precaución israelí de no entrar en el combate cuerpo a cuerpo en los túneles (para evitar fuertes bajas de sus soldados, que la crítica opinión pública israelí sobre Netanyahu, no toleraría), el desastre humanitario causado por los bombardeos masivos, que ya han destruido el 45% de las viviendas de la ciudad norteña de Gaza, la muerte de 10.000 palestinos de los cuales 4.000 son niños, provocará una “guerra larga”, como ya lo aceptó Netanyahu, con la incógnita de su eventual ampliación; los países árabes por ahora son observadores críticos de su desarrollo. Parece muy distante poder arribar a un Plan de Paz, que necesariamente debería contemplar, como mínimo, fronteras seguras para Israel, establecer un Estado Palestino independiente, resolver el estatus de Jerusalén, desarrollo económico y social amplio, y desarme de las posiciones políticas y religiosas extremistas.

Situación de Ucrania: La Guerra entre Israel y Hamas ha sido una muy mala noticia para el gobierno de Zelensky porque lo saca del foco de atención global. Ya han aparecido declaraciones de sus máximas autoridades militares indicando, no sólo el agotamiento de sus RRHH y que el incipiente invierno impedirá cualquier avance, sino también porque puede implicar una baja en la provisión de armas, y un resquebrajamiento en el apoyo político tanto de EEUU como de Europa. La relación numérica tanto en tropas como en la capacidad de acceso a sistemas de armas es tan favorable a Rusia, que Ucrania, por indicios de fuentes norteamericanas, está considerando comenzar a hablar de negociaciones de paz, entendiendo que Rusia se quedaría con las regiones ya anexadas (Donetsk y Lugansk, en el este, y Jersón y Zaporiyia, en el sur), mientras que Ucrania pasará a ser parte de la Unión Europea sin entrar a la OTAN. Lamentablemente recién ahora se vuelve a hablar de paz luego que malas decisiones estratégicas han diezmado a Ucrania.

Por  Ricardo Auer