Ricardo Auer y El desafío estratégico de retener la Patagonia

A mediados de agosto último, la Dirección Nacional de Fronteras y Límites del Estado de Chile (DIFROL) hizo público el “Gráfico Ilustrativo de los Espacios Marítimos de Jurisdicción Chilena”, elaborado por el Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada de Chile, en el cual incluyó como chilenos unos 5.000 km2 de mar, al sur del Mar de Drake y de las Islas del Cabo de Hornos, los cuales son reclamados por Argentina. No es algo nuevo, sino reiterado y conocido, que Chile reivindica para sí un sector de la Antártida, basándose legítimamente en la proyección de sus dominios terrestres y marítimos. El tema en discordia es que va agrandando a lo largo del tiempo su “territorio” marítimo, mediante interpretaciones capciosas y subjetivas, que no surgen del Tratado de Paz y Amistad firmado en Roma en 1984, que fijó los límites desde el canal Beagle hasta el pasaje de Drake al sur del cabo de Hornos. Para Argentina esto es inaceptable, pues tiene una visión diferente, basada en la Comisión del Límite Exterior de la Plataforma Continental de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Mar (CONVEMAR), que justifica que dicha zona marítima es parte territorial de la Argentina.

Este renovado énfasis mediático chileno debe ser interpretado estratégicamente como la continuación de una jugada geopolítica, concebida probablemente por Gran Bretaña, tendiente a “interrumpir” la proyección natural de la República Argentina hacia la Antártida, siendo éste el objetivo final de esta maniobra; una más de las tantas que ha realizado GB para desplazar a Argentina de sus ambiciones antárticas.

Si bien Chile le está dando un carácter académico, técnico y jurídico a dicho mapa, se sobreentiende que es una acción de enmascaramiento para cubrir la maniobra geopolítica británica, aprovechando el turbulento y desconcertante período eleccionario argentino; más precisamente cuando uno de los tres candidatos presidenciales se ha declarado públicamente un ferviente admirador de la ex primera ministra inglesa Margaret Thatcher, poniéndose casi en el papel de un colaborador al servicio de Su Majestad Británica. Recordemos que la Sra. Thatcher ordenó el hundimiento del crucero ARA General Belgrano, cuando ya navegaba en aguas internacionales, fuera del área del conflicto bélico, en el cual murieron 323 soldados argentinos.

Las últimas “visitas” militares de GB y de EEUU. (ambos OTAN) en la zona, si bien son de carácter rutinario, también llaman la atención, por su coincidencia. GB ha realizado recientemente en la base militar RAF Mount Pleasant, Islas Malvinas, el ejercicio militar “Cape Bayonet”, con un importante despliegue militar. Es una base permanente que alberga a 2.000 militares y forma parte de la British Forces South Atlantic Islands (BFSAI). A fines del año pasado, el buque de patrullaje inglés HMS Forth, intentó recalar en el puerto de Punta Arenas, en el estrecho de Magallanes, para reabastecerse y realizar sus tareas habituales de mantenimiento, pero no fue autorizado por el presidente Boric, para no molestar a Argentina, aunque él recibió fuertes protestas de la prensa probritánica chilena. Asimismo, debemos recordar el paso furtivo por el espacio aéreo argentino de cinco aviones británicos, cuando volaban entre Punta Arenas y Malvinas, detectado por el radar, instalado recientemente, en Río Grande, Tierra del Fuego.

EEUU participó en el Ejercicio de Fuerzas de Operaciones Especiales Estrella Austral 2023 celebrado recientemente en Chile, en los cuales desplegó dos C-130J Super Hércules, enormes aviones de transporte militar, un AC-130J Ghostrider que es la última variante de ataque del C-130J, que posee sistema de armas muy modernos, incluido misiles de precisión y aviones de inteligencia, vigilancia y reconocimiento (ISR) U-28A Draco, empleados habitualmente en apoyo de las fuerzas terrestres de operaciones especiales, esfuerzos humanitarios y búsqueda y rescate.

La ocupación militar de Malvinas por parte de GB, originada en una maniobra de engaño y emboscada, planeada y realizada por la OTAN en contra de la Argentina, es parte del progresivo y sistemático armado de una cadena logística y de control del Atlántico (de Norte a Sur) para culminar en la super base militar de Mt. Pleasant en Malvinas, encargada de abastecer el puente aéreo a sus bases antárticas. Sus proyectos antárticos pueden verse en el British Antarctic Survey (https://bas.ac.uk). Los ingleses jamás le van a dar autonomía a los isleños porque su ocupación, como territorio británico de ultramar, les sirve como argumento para reclamar una parte de la Antártida, que obviamente se superpone sobre la reclamada por Argentina y por Chile.

La Antártida es un objetivo muy importante para todas las potencias. Su potencial en recursos es incalculable aún. Los estudios preliminares indican presencia de minerales estratégicos, petróleo, pesca abundante; es un lugar no contaminado que puede ser útil para instalaciones biotecnológicas o de producción robótica de microchips, que necesitan ambientes muy limpios, además de una fuente de agua potable pura.

Están también allí instalados varios radares telescopios GEODSS para rastrear satélites espaciales, civiles o militares, incluyendo las cinco estaciones de monitoreo del Global Position System (GPS). Desde la óptica militar se sabe que los sensores de los satélites en órbitas polares son todos de uso militar. Lo mismo en el Polo Norte que en el Polo Sur. No es casual el intento (y posterior conflicto) de instalación de un radar inglés en Tierra del Fuego, o la insistencia de China para instalar una base de rastreo, con la férrea oposición de los EEUU, en la misma isla. La militarización de la Antártida y su amplia zona de influencia está relacionada con la expansión del concepto geopolítico que, además de los clásicos factores tradicionales (militar, economía y del conocimiento), también ahora abarca al ciberespacio y al cosmos (el espacio exterior) que es por donde se trasladan los satélites de comunicación que usan las plataformas cibernéticas para la guerra cognitiva.

Gran Bretaña tiene numerosas empresas de carácter multinacional trabajando en la Patagonia; inclusive un aeropuerto privado de tamaño internacional en Rio Negro. Constantemente ofrece incentivos diversos a países vecinos para conectarlos en forma directa con Malvinas, en orden a debilitar nuestra posición nacional. Es conocido que algunos agrupamientos mapuches muy agresivos (RAM), tienen terminales en la ciudad de Bristol (GB) y que parte de su accionar se fundamenta en la pretensión de discutir la soberanía territorial patagónica de Chile y Argentina, mostrando mapas para su reclamo internacional. Nada es casual y todo se enlaza. Nada de los asuntos estrictamente comerciales serían criticables, sino fuese porque GB se dedica permanentemente a realizar maniobras de guerra híbrida para impedir nuestro derecho a la proyección antártica, que es, por nuestra obvia posición geográfica, de indudable alto valor geopolítico. Con maniobras de aproximación indirecta, GB intenta colocar a Argentina en una situación de indefensión, aún mayor de la que actualmente está.

China y EEUU están desarrollando un conflicto a largo plazo y usarán todas sus influencias para disponer de las mejores ubicaciones que permitan el control, monitoreo y rastreo de los recursos que puedan operar sus oponentes. Tomemos real conocimiento de estas realidades y al menos intentemos, en términos de real politik, sin ningún tipo de ideología, de aprovecharlas a nuestro favor. El Tratado Antártico finaliza en 2041, es decir dentro de 18 años, dentro de muy poco tiempo. Por ello numerosos países han instalado bases allí. Europeos (GB, Alemania, Noruega, Polonia, Francia y otros), India, EEUU, Rusia, Sudamericanos (Argentina, Chile, Brasil, Perú, Uruguay), Australia, Sudáfrica, y otros. Queda claro entonces que estamos en presencia de un territorio sumamente estratégico para los grandes players geopolíticos; que los desafíos son enormes y las inversiones necesarias para intentar entrar en la disputa del territorio, también. Argentina debe salir rápidamente de su actual laberinto interno y ocuparse de estos temas trascendentes para su futuro.

Antártida, Malvinas y Patagonia son parte del mismo tema estratégico y geopolítico, confirmando aquella tesis que indica que la Antártida empieza en el cono patagónico. La Patagonia es el sitio natural para proveer toda la logística y la abundante energía (verde y fósil) para realizar la prospección y posterior explotación de los recursos que puede proveer la Antártida. Los largos y programados preparativos para la ocupación antártica se enlazan directamente con Malvinas y con toda la Patagonia. Constituyen un solo tema estratégico y vital para nuestro futuro, al que poca atención nacional se le está dando.

Después de 2041, la disputa de la proyección antártica abrirá un nuevo y grave conflicto geopolítico, que se resolverá por el poder propio o el de participar de una alianza estratégica. Algunos hábiles operadores de la guerra cognitiva inducen, en los medios y en las redes, todo tipo de pensamiento naif, indicando que Antártida podría quedar como patrimonio común de la humanidad, lo cual es bastante ilógico, ya que la historia nos demuestra que todo espacio vacío es finalmente repartido en función del poder de ocupación y de la capacidad de alinear a los factores poder para su explotación. Lamentablemente Patagonia sigue siendo aún un espacio vacío lleno de riquezas, que queda en la mira de cualquier ambición desmedida. Recordemos que sus reservas de shale-gas son muy grandes y equivalentes a las de EEUU y Canadá juntas. La partición o desmembramiento de Argentina no es una utopía inalcanzable para alguna potencia decidida a todo y más aún si tiene aliados cercanos. Eso realmente podría ocurrir en la medida que Argentina no tome las medidas internas necesarias para impedirlo. Simultáneamente Argentina debería conformar alianzas internacionales que nos ayuden a protegernos de esas eventualidades. La mejor solución sería plantear que el cuadrante antártico americano quede en manos administrativas de una asociación de países sudamericanos, en alianza con uno o más factores de poder internacional.

Para Argentina llegó la hora de resolver las innumerables hipótesis de conflicto internas y de ocuparse de sus reales y verdaderos intereses nacionales. Ningún sector en particular podrá salvarse si sólo se ocupa de mitigar o resolver sus problemas personales o sectoriales. Nadie podrá sobrevivir en un país que se desintegre por falta de una mínima vocación patriótica.