Miles de fieles participaron de la misa en la iglesia de San Cayetano luego de dos años

Miles de fieles participaron de la misa central de la celebración de San Cayetano en el santuario del barrio de Liniers con el entusiasmo renovado tras dos años de no haber cumplido con este tradicional rito por las restricciones que impuso la pandemia de coronavirus.

Durante las primeras horas de la mañana, la fila se extendió a lo largo de siete cuadras, con cientos de personas llegadas de diferentes lugares para pedir o agradecer al patrono del pan y del trabajo.

Después de horas de espera, quienes lograban ingresar a la Iglesia y saludar al santo, prolongaban la permanencia en el lugar para confesarse o hacer bendecir estampitas o figuras religiosas con los sacerdotes allí presentes.

La estatua de San Antonio de Padua, el patrono de las cosas perdidas, fue una de las más populares entre los peregrinos, casi al mismo nivel del Sagrado Corazón de Jesús, ante quien se persignaban o detenían para rezar casi todos los fieles.

En los alrededores de la iglesia de San Cayetano ubicada en Cuzco 150, vendedores de alimentos, bebidas, y objetos religiosos -como estatuillas de santos, estampitas- ofrecían sus productos de manera ambulante a las personas que hacían alguna de las dos colas: la fila rápida o la lenta, separadas por vallas de contención.

Los precios variaban de acuerdo a la ubicación del vendedor: en algunas zonas, el ramo de espigas se ofrecía a 100 pesos, mientras que al lado de la iglesia se vendía a 150 pesos.

“Hace unos meses me quedé sin trabajo. Le pido al santito que me ayude”, afirmó con lágrimas en los ojos Sofía, una joven de 25 oriunda de la localidad bonaerense de Morón.

Jessica está embarazada de cinco meses y se acercó desde González Catán para pedir por su marido que se quedó sin trabajo.

“Mi marido se quedó hace unos días sin trabajo en una curtiembre después de 5 años. Ojalá que todos los santos lo iluminen para ayudarlo a encontrar uno nuevo”, dijo.

Para Cesar Femia, cura del santuario, “es una gran alegría para todos los que somos peregrinos de San Cayetano poder volver” a esta celebración, “por eso queremos que sea la fiesta del reencuentro”.

Femia destacó la celebración presencial de San Cayetano luego de dos años y consideró: “Jesús nos enseña a hacernos prójimos los unos de los otros, estando atentos a las necesidades de los demás y a no a no desviar la mirada”.

Al final de la misa, los asistentes elevaron los objetos religiosos que habían llevado consigo para que los alcanzara la bendición del arzobispo y así volver a casa llevando consigo estatuillas, estampitas, espigas o rosarios consagrados.

A pocos metros del altar sobreelevado, algunos voluntarios del santuario de Liniers regalaban estampitas de San Cayetano y oraciones impresas para quienes no podían comprarlas.

“Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados”, decía el mensaje impreso.