Rosa Jaime rompió el hermetismo tras la denuncia por lesiones graves a Héctor Salas. Reconoció haber propinado un “manotazo” al paciente de 89 años, aunque encuadró el hecho en una maniobra de contención ante un presunto brote violento. “Lo que buscan es sacarme plata”, sentenció. Paralelamente la familia respondió y aportó nuevas pruebas para demostrar la violencia Jaime.
Tras la viralización de las imágenes que exhiben el maltrato hacia Héctor Salas de 89 años, la responsable del establecimiento, Rosa Jaime, ensayó un descargo público ante medios périodísticos en el que admitió la materialidad de los golpes, pero intentó justificarse bajo una defensa necesaria ante la supuesta agresividad del anciano.
La mujer, de 68 años y con siete al frente de la institución que aloja a 34 adultos mayores, buscó desarticular la acusación de torturas y negligencia que impulsa la familia Salas. Su estrategia se centró en defender su gestión y atacar las motivaciones de los denunciantes: “Me da indignación lo que pasó porque no soy así. Acá los tenemos re bien. No se les prohíbe nada, comen de todo. No es justo que me hagan estas cosas”.
La teoría del “manotazo” defensivo
En su versión de los hechos, Jaime no negó el contacto físico, pero ofreció una narrativa exculpatoria sobre la mecánica del incidente, describiéndolo como una reacción en cadena durante un forcejeo. “La enfermera lo agarró del brazo y él le dio una patada. Fui para ayudarla. Él trataba de sacarme y en ese segundo le di un manotazo en la boca. Yo terminé con el brazo lastimado”, relató textualmente la propietaria.
Para sustentar su postura de desventaja física frente al paciente, Jaime argumentó: “Por más que tenga 89 años, es un hombre de físico grande y nosotras pesamos 50 kilos”.
La dueña profundizó en el perfil clínico de Salas para contextualizar la violencia del episodio, asegurando que se trata de un paciente con antecedentes complejos. “Le agarran episodios todos los días. Un día el hijo lo llevó a la cocina y agarró un cuchillo y a una asistente la tomó del cuello. Tuvimos que llamar a la Policía para que intervenga”, aseguró.
Uno de los puntos controversiales del caso es la obtención de la prueba fílmica. Frente a las versiones de encubrimiento, Jaime fue categórica al afirmar que actuó con transparencia y defendió su trayectoria: “Me trataron como una basura de persona. Hace 7 años tengo el hogar y nunca tuve quejas de nadie. Yo no tengo nada que ocultar”.
Lejos de la autocrítica, la titular de la residencia lanzó un contraataque directo hacia el entorno de la víctima, atribuyendo la denuncia a intereses monetarios. “Esta familia es muy conflictiva. Lo que buscan es sacarme plata. No es la primera vez que pasa. Sé perfectamente cómo es”, disparó.
La respuesta de la familia
En diálogo con el Retrato, Karen Salas, la nieta de Hector, desmintió el objetivo económico detrás de la familia: “Nosotros no queremos un peso de lo que ella tenga, nosotros lo que más queremos es que ella deje de maltratar a la gente”, sentenció, subrayando que en la denuncia formal nunca se incluyó un reclamo de resarcimiento monetario.
La estrategia de la familia se centra exclusivamente en buscar la inhabilitación de Jaime para ejercer el cuidado de adultos mayores y una condena de cumplimiento efectivo. “Que ella pague lo que tenga que pagar estando en cana. O que lo pague en la casa, estando con un arresto domiciliario”, exigió la denunciante.
Nuevas pruebas de los hechos
La familia ha recibido material audiovisual adicional que demostraría un patrón de conducta abusiva hacia otros ancianos alojados en la casona de la calle Pacheco. “Se ve claramente como ella agarra a un abuelo que está sentado, el hombre se levanta, ella lo empuja y lo tira. A otra señora que está sentada, porque se sacó el pañal, la agarró, la arrastró y le tiró el pañal a la cara”.
Estas imágenes, según la querella, desmontan la versión de la dueña sobre el buen trato dispensado en el lugar (“acá los tenemos re bien”, había dicho Jaime) y apuntan a una problemática de salud mental de la propia titular. “El problema psiquiátrico lo tiene ella, no lo tienen los abuelos”, concluyó Salas.
