Los “tesoros” de la basura: La economía circular de barrio da nuevas oportunidades  

(el Retrato en España). Para los argentinos que visitamos España, mas allá del orden, la previsibilidad, la estabilidad económica y el trabajo, es algo que rescatamos como positivo.

En varias ciudades de Mallorca, los miércoles y jueves se han convertido, casi sin proponérselo, en días de “feria” para quienes saben mirar más allá de lo que otros tiran. Mientras los camiones de recolección se preparan para su ruta habitual, vimos como las aceras, en la zona donde se encuentran los container de los residuos, se llenan de camas en desuso, bicicletas con algún desperfecto, electrodomésticos que dejaron de funcionar y muebles que ya no combinan con la decoración. Lo que para unos es un desecho, para otros es una oportunidad. El sistema no escrito funciona con sorprendente eficacia. Muchos municipios permiten que, en días específicos, los vecinos dejen objetos voluminosos junto a esos contenedores. Aunque la recolección formal corre a cargo de los servicios de limpieza municipales en la práctica, esos artículos rara vez llegan íntegros al vertedero. Antes de que llegue el camión, ya han pasado por ahí buscadores silenciosos.

Se trata de jubilados con tiempo libre, jóvenes que amueblan sus primeros pisos, inmigrantes que encuentran en estos objetos una forma de ahorrar, y también pequeños recicladores urbanos que reparan y revenden. Algunos objetos son restaurados y revendidos en mercadillos de barrio o a través de plataformas digitales. Otros, directamente, cambian de manos sin dinero de por medio.

Los municipios, por su parte, tienen políticas diferenciadas. En algunas localidades existen programas formales de recogida de enseres voluminosos y centros de reutilización, como los puntos limpios gestionados por Ecovidrio y Ecoembes. Allí se clasifican, reparan o reciclan materiales que pueden tener una segunda vida: desde maderas que terminan en carpinterías sociales hasta bicicletas que se donan a asociaciones vecinales.

La escena, aunque informal, revela un fenómeno profundamente urbano: la economía circular de barrio. Lo que comenzó como una práctica espontánea ha tejido su propia red social en torno a la basura útil. Algunos vecinos incluso coordinan la entrega de muebles por redes comunitarias para asegurarse de que no acaben destruidos.

En un contexto en el que la sostenibilidad se vuelve prioridad, esta costumbre cotidiana muestra que la reutilización no siempre necesita de grandes infraestructuras ni políticas sofisticadas. A veces, basta con un colchón en la acera y alguien dispuesto a darle otra oportunidad.