Un paraíso que seguirá siendo solo para unos pocos…alquileres prohibitivos

(el Retrato en España) Conseguir un alquiler en en la isla de Mallorca se ha convertido en una misión casi imposible en la época de temporada y que se entiende tambien en el inbierno en funcion que los propietarios prefieren no hacerlo, pensando en el verano que viene…. Lo que antes era un atractivo destino laboral para miles de trabajadores temporales, entre ellos muchos argentinos, hoy se transformó en un lujo que pocos pueden costear. El fenómeno tiene responsables claros: la presión turística, la inversión extranjera masiva y una política habitacional que no logra ponerse a la altura de la crisis, que no es solo en esta isla, sino que sacude a la península toda.

En los últimos años, la llegada de capitales, especialmente del sector alemán, ha disparado los precios del mercado inmobiliario. Pisos que hace apenas una década eran accesibles para quienes venían a trabajar en temporada estival hoy se alquilan a valores prohibitivos. Un trabajador debe destinar entre 400 y 500 euros por mes para compartir una habitación con dos o tres personas más. Aun así, la demanda es tan alta que conseguir un techo sigue siendo un desafío mayúsculo.

La burbuja inmobiliaria no solo afecta a quienes llegan para la temporada turística, también ha modificado el mapa económico de la isla. Muchos trabajadores que antes cruzaban desde la península o desde América Latina decidieron no volver: ya no hay diferencia cambiaria que compense los gastos. “Antes uno podía ahorrar algo, ahora apenas alcanza para vivir. Los precios están por las nubes y los sueldos no subieron en la misma medida”, cuentan desde el sector gastronómico local.

El auge de plataformas de alquiler temporario, como Airbnb, ha profundizado el problema. Gran parte de la oferta se destina a turistas extranjeros que pagan tarifas elevadas, dejando a trabajadores y residentes permanentes sin opciones reales. Frente a esta situación, el gobierno local prometió medidas para frenar la especulación, aunque las soluciones parecen llegar tarde. Se habla de limitar las licencias turísticas y priorizar el alquiler para residentes, pero aún no hay un plan contundente sobre la mesa.

Mientras tanto, La isla  se convierte en un espejo incómodo: una postal perfecta para el visitante, pero una pesadilla para quienes la sostienen con su trabajo diario. La crisis habitacional no es solo un problema de precios: es un síntoma de un modelo económico que privilegia la rentabilidad turística por encima de la vida cotidiana de quienes hacen funcionar la isla. Sin cambios estructurales, el paraíso seguirá siendo solo para unos pocos.