El “Gallego” y entrevistas que marcaron toda una época en Crónica Musical

Por 17 años, fue la voz inconfundible de “Crónica Musical”, el ciclo que marcó una generación de melómanos y fanáticos. Carlos Elizeche, más conocido como El Gallego, no solo entrevistó a leyendas: construyó puentes entre el arte y el alma. En esta charla íntima, recuerda aquellas conversaciones que trascendieron la pantalla y dejaron huella en la historia cultural argentina.

Durante casi dos décadas al frente de Crónica Musical, Carlos “Gallego” Elizeche fue mucho más que un conductor: fue testigo y protagonista de una era en la que la televisión musical aún tenía la capacidad de emocionar, sorprender y conectar

“Pasé por todos los géneros. Desde el Puma Rodríguez , pasando por Amalia Montero, hasta Serrat. Entrevisté a Cerati, a Pappo, a gente que ya no está. Cada uno te deja su enseñanza”, relata con una mezcla de orgullo y nostalgia. Sus palabras no son un repaso técnico de una carrera, sino una evocación sensible de momentos únicos.

Una de las entrevistas que más lo marcó fue con Gustavo Cerati. “La última vez que lo entrevisté ya había tenido un aviso sobre su salud. Se le durmió la pierna izquierda. Le pregunté si estaba bien y me dijo: ‘el cuerpo avisa’. Después pasó lo que todos sabemos”, recuerda. Ese instante, ahora cargado de significado, revela la sensibilidad con la que El Gallego abordaba sus encuentros: desde la escucha, no desde la espectacularidad.

Más allá de los nombres ilustres, Elizeche subraya que cada músico es un universo. “Conocí el ‘lado B’ de muchos artistas. Ese que no se ve en la televisión. Y eso era lo más fascinante.”

Pity, Bunbury y el arte de saber preguntar

Al preguntarle por los entrevistados más difíciles, no duda: “Pity Álvarez. Incontrolable, pero muy inteligente. Siempre le decía ‘Christian’, su nombre real, para captar su atención. Era impredecible, pero profundo”, dice. En esas charlas, que aún circulan por YouTube, se ve claramente el arte de entrevistar que Gallego cultivó con años de experiencia: sin estridencias, pero con precisión quirúrgica.

Prepararse era parte esencial de su método. “Yo estudiaba. Me escuchaba los discos enteros. Me metí a estudiar tecnicatura en guitarra, no para tocar, sino para saber cómo preguntarles a los músicos. Les decía, por ejemplo: ‘¿por qué esta canción no fue corte de difusión?’ Y eso les llamaba la atención”.

“Nunca fui un entrevistador que repite preguntas. Yo buscaba el ángulo distinto, la sorpresa”, dice, recordando una anécdota con Franco de Vita. “Le mencioné que había estado en un coro cuando era chico. Me miró sorprendido y me dijo: ‘¿Cómo sabés eso?’ Le respondí: ‘Porque estudio’”. Esa fue siempre su estrategia: ir más allá de lo evidente.

También rememora un encuentro con Enrique Bunbury, el ex vocalista de Héroes del Silencio, una figura difícil por su perfil hermético. “Era una entrevista pública, con gente mirando. Él es un tipo que ha viajado por todo el mundo, está cansado de responder lo mismo. Entonces me esmeré por encontrar la pregunta que lo sacase de rutina. Eso hacía la diferencia”.

El Gallego no solo entrevistó a músicos: les habló desde el conocimiento, la empatía y la pasión. Hoy, a la distancia, mira su legado con humildad, pero con la certeza de haber formado parte de algo que ya no existe igual.

“Yo siempre buscaba cómo entrarle a un artista. Desde lo personal o desde lo profesional. Porque, al final, lo que importa no es la pregunta que hacés, sino desde dónde la hacés.”

Y esa, sin duda, es la marca que lo identificó y lo unicó en el “rating” de los verdaderos comunidores.