
Un vuelo que partió desde Ezeiza el 2 de septiembre de 2025 con destino a Madrid dejó al descubierto fallas en la atención, en el servicio a bordo y en la organización general. Pasajeros denunciaron desde asientos separados hasta la pérdida de equipajes, pasando por una atención a bordo lamentable.
Iberia se promociona como una de las mejores compañías aéreas internacionales. Sin embargo, la experiencia de muchos pasajeros en el vuelo que partió el 2 de septiembre de 2025 desde Ezeiza (Buenos Aires) hacia Madrid, a las 18:10 horas, expuso una serie de deficiencias que contradicen esa reputación.
Uno de los problemas más recurrentes fue la asignación de asientos separados a familiares, incluso cuando el check-in se realizó en conjunto. La incomodidad de viajar horas sin compañía se multiplicó en casos sensibles: un pasajero que requería asistencia en silla de ruedas fue ubicado lejos de su esposa, quien permaneció angustiada por la posibilidad de que él necesitara ayuda. La situación solo se resolvió gracias al intercambio solidario de lugares con otros viajeros.
Gran parte del sistema de entretenimiento a bordo, anunciado como un valor diferencial de la aerolínea, estuvo, para varios, inactivo durante todo el trayecto, dejando a decenas de pasajeros sin acceso a películas ni contenidos en vuelos de larga duración.
En cuanto al trato de la tripulación, lejos de ofrecer soluciones inmediatas, se limitó a sugerir que los pasajeros formalicen sus reclamos posteriormente. La sensación general fue de distancia e indiferencia hacia las necesidades de quienes viajaban.
El simple pedido de un vaso de agua (un pasajero lo hizo en cuatro oportunidades) nunca llegó…
Otro punto conflictivo fue el servicio de comidas. El desayuno no se sirvió, alegándose un conflicto gremial que también afectaba a la tripulación, cuyos propios espacios de descanso “no estaban tendidos”. Más allá del trasfondo laboral, los pasajeros quedaron sin la atención básica que corresponde en vuelos de estas características.
A ello se sumó el estado de los baños, que durante gran parte del vuelo se encontraron en condiciones poco higiénicas deplorables y con falta de mantenimiento, generando un malestar adicional en los pasajeros y un claro descuido en un aspecto esencial de la experiencia a bordo.
Finalmente, al llegar a Madrid y tomar la conexión hacia otros destinos varios pasajeros se encontraron con la pérdida de equipajes. En uno de los casos, la valija apareció recién al día siguiente, luego de un reclamo en el aeropuerto, generando una espera innecesaria y frustrante.
La experiencia, en conjunto, reflejó desorganización, falta de atención y deficiencias en el servicio. Una imagen que contrasta con el eslogan y la identidad de marca que Iberia sostiene en sus campañas de comunicación.
Un cierre necesario
La distancia entre lo que Iberia promete y lo que efectivamente ofrece se hace cada vez más evidente. Para una compañía que se autodefine como “la mejor”, no alcanza con la tradición ni con la publicidad: la verdadera medida de calidad está en la experiencia del pasajero. Y el vuelo del 2 de septiembre de 2025 dejó en claro que, en este aspecto, la aerolínea tiene mucho por mejorar.
M.A.