El cazador de tramas oscuras: Rodolfo Palacios presenta la edición ampliada de “Adorables Criaturas”

La búsqueda de lo humano en el abismo. Rodolfo Palacios presenta “Adorables Criaturas” un libro que explora la vida de figuras criminales icónicas argentinas

En el intrincado tejido de la crónica negra argentina, casi tácitamente, emerge la figura de Rodolfo Palacios como un explorador de territorios vedados. Su reciente obra, Adorables Criaturas: crónicas grotescas de ladrones y asesinos”, representa no solo una ampliación sustancial de su trabajo anterior, sino una profundización en ese método único que lo ha convertido en uno de los cronistas por excelencia del alma criminal en Argentina.

La paradoja del título, esa tensión irresoluble entre lo adorable y lo grotesco, encapsula la filosofía que atraviesa toda la obra de Palacios: la búsqueda obstinada de humanidad que reside junto a la monstruosidad. Como él mismo confiesa en diálogo con el Retrato de hoy, esta nueva versión, casi el doble de extensa que la publicación original del Teatro de Rosario, suma más de 200 páginas donde desfilan los nuevos protagonistas del crimen argentino: Martín Lanatta de la triple fuga, el Hombre Gato, Nahir y una reveladora entrevista con Mario Vitette.

La metodología de Palacios no fundamenta simplemente en la recabación de datos o testimonios, es la inmersión visceral que, como él mismo admite, puede dejar cicatrices profundas. Su experiencia con Carlos Robledo Puch, un vínculo de más de diez encuentros, cuarenta cartas y llamadas telefónicas, ilustra los riesgos de su oficio. “Al atravesar oscuridades ajenas, uno puede salir oscurecido”, reflexiona, recordando los ataques de pánico y esa sensación de extrañamiento de sí mismo que experimentó durante aquella investigación.

El forense Osvaldo Raffo, perito forense detrás de los casos más resonantes de la historia criminal argentina, le había advertido sobre los peligros de acercarse demasiado a un criminal: “Tené cuidado porque los psicópatas absorben las emociones”. Pero Palacios persistió, movido por esa necesidad casi compulsiva de entender no el crimen, sino al criminal; no el acto, sino la persona detrás del acto. Es esta búsqueda la que lo llevó a descubrir momentos de inesperada humanidad: Robledo mirando películas y sugiriéndole que las viera también, creando una extraña intimidad a través de los barrotes.

El intercambio y la negociación

Uno de los aspectos más perturbadores y fascinantes del trabajo de Palacios es su teoría del intercambio. Trasladando la ley criminalística que establece que “todo asesino deja algo a la víctima y la víctima deja algo en el asesino”, él aplicó este principio a sus entrevistas. Durante años, coleccionó objetos de sus entrevistados: las cartas y dibujos de Robledo Puch, la remera del Gordo Valor, el delantal de Yiya Murano. Hasta que una inundación, hace cinco años, destruyó todo. “Por suerte“, dice ahora, reconociendo el peso energético de esos talismanes oscuros.

Sin embargo, el intercambio más profundo no es material. Es esa transformación sutil que experimenta el cronista cuando se sumerge demasiado en las vidas que investiga. Palacios lo admite sin rodeos: llegó a sentirse “como el único que podía entrar en un zoológico con criaturas extrañas”, convirtiéndose en el intermediario entre esos mundos paralelos y la sociedad que los expuso. Esta posición liminal tiene un costo: el extrañamiento, la sensación de llevar “una mochila de acero”, la dificultad para regresar completamente al mundo de la luz.

Quizás lo más desconcertante de las crónicas de Palacios sea su capacidad para encontrar sabiduría en estos personajes. Los ladrones del Banco Río le enseñaron sobre el coraje en circunstancias adversas. El Gordo Valor le mostró cómo un criminal puede transformarse en leyenda. Nahir Galarza, le reveló que incluso en los actos más terribles puede haber una búsqueda desesperada de comprensión. “Nadie es monolíticamente malo ni es monolíticamente bueno“, insiste Palacios, citando a Leila Guerriero. “Hasta el más malo tiene un costado bueno y el más bueno puede tener un costado malo”

Donde nacen las historias

En tiempos de digitalización acelerada y periodismo cada vez más de escritorio, Palacios reivindica con nostalgia productiva aquella escuela del diario El Atlántico de Mar del Plata, donde se formó bajo la tutela de figuras como Miguel Avellaneda. “Todo se cubría, todos íbamos, todos salíamos a la calle”, recuerda, lamentando que hoy las noticias se resuelvan “por Twitter, por WhatsApp”, perdiendo esa frescura irreemplazable del contacto directo con el territorio y sus personajes.

Esta crítica no proviene de un purismo anacrónico, sino de la convicción profunda de que ciertas verdades solo emergen en el encuentro cara a cara “La experiencia de entrar en una cárcel, caminar 100 metros, otros 100 metros, 200 metros hasta llegar al delincuente, eso es intransferible, es la única manera de vivirlo y describirlo”. En una era donde la inteligencia artificial amenaza con reemplazar hasta la escritura periodística, algo que Palacios considera “una locura”, su trabajo representa una resistencia artesanal, un recordatorio de que el periodismo profundo requiere presencia, paciencia y, sobre todo, humanidad.

Hay en la obra de Palacios una nostalgia productiva por Mar del Plata, esa ciudad que lo formó y a la que, confiesa, le debe “muchísimo”. Fue allí, en las páginas policiales de El Atlántico, donde aprendió el lema de Hector Ricardo garcia, dueño del diario, que siempre decia: “sin foto no había noticia”. Esa escuela de la calle, del territorio, del contacto directo con la realidad cruda, marca indeleblemente su estilo. “Mar del Plata sigue siendo mi ciudad”, afirma.

Los maestros del oficio

Palacios se formó con un catálogo de la aristocracia del periodismo argentino. Desde Santiago Fioriti hasta Jorge Lanata, quien no solo prologó su libro sino que fue instrumental en su acceso a Robledo Puch, pasando por Leila Guerriero, Cristian Alarcón, Josefina Licitra, Daniel Melingo Andrés Calamaro, Fabián Casas y Luis Ortega y José Cicala, entre otros tantos. “No hay nada mejor que trabajar con los que son mejores que uno”, afirma, “porque es la mejor manera de aprender y de sacar provecho y de ver las distintas maneras que tienen de contar una historia”

Esta genealogía periodística se refleja en su escritura, donde confluyen la precisión del cronista policial con la sensibilidad del narrador literario. No es casualidad que Palacios cite a García Márquez cuando habla de ir “al lugar de los hechos”, o que reconozca en figuras como Osvaldo Soriano, cuya crónica sobre Robledo Puch de 1972 lo marcó profundamente, como sus verdaderos maestros espirituales.

El futuro del género negro

Adorables Criaturas llega en un momento particular del periodismo argentino, cuando las plataformas digitales y el streaming han renovado el interés por las historias criminales. Series inspiradas en los trabajos de Palacios, como Historia de un Clan y El Ángel, demuestran que su método narrativo trasciende el papel. Sin embargo, él mantiene una relación ambivalente con esta popularización: por un lado, celebra que las historias lleguen a públicos más amplios; por otro, lamenta la pérdida de profundidad que implica la velocidad mediática contemporánea.

Su crítica al periodismo actual no es la de un nostálgico, sino la de alguien que entiende que ciertas verdades requieren tiempo para emerger. “Cuando algo ya deja de sorprendernos, nos tenemos que alejar”, sentencia. En una época de sobresaturación informativa, donde “uno se quema la cabeza” con el bombardeo constante de noticias, Palacios propone un periodismo de la pausa, de la observación paciente, del encuentro prolongado.

Epílogo: El peso de las historias

Al final de la entrevista, Palacios reflexiona sobre el peso acumulado de tantas historias. Reconoce que cada personaje le dejó algo: una enseñanza, una imagen, una sensación. Algunos, como Robledo Puch, dejaron marcas indelebles que requirieron años para procesar. Otros, como los siete ladrones del Banco Río, le mostraron que incluso en el mundo del crimen existe una ética, códigos de honor que, aunque torcidos desde la perspectiva legal, revelan complejidades morales.

Podemos enmarcar a Adorables Criaturas como el testimonio de un periodista que se atrevió a mirar donde otros apartaban la vista, que buscó comprensión donde otros solo veían condena. En tiempos donde el periodismo se debate entre la inmediatez digital y la profundidad narrativa, el trabajo de Palacios representa una apuesta por la segunda opción, por ese periodismo que, como él mismo dice, “sale a cazar historias, que interpela, hace preguntas, entra por todas las aristas”.

La nueva edición de Adorables Criaturas está disponible en adorablescriaturas.com.ar y a través de Mercado Libre. Para quienes buscan entender no solo qué ocurrió, sino por qué y cómo ocurrió, para aquellos dispuestos a confrontar la incómoda verdad de que “esas personas podrían ser vecinos, amigos, conocidos, hasta podemos ser nosotros mismos en alguna situación extrema”. Como concluye el propio Palacios: “Son seres que están en otro pliegue de la sociedad, pero que fueron fabricados por la sociedad”.

Por Nicanor Kurchan