La bandera pirata de One Piece llega a las marchas universitarias argentinas

La icónica bandera de los “Sombrero de Paja” de One Piece apareció por primera vez en una manifestación argentina durante la marcha federal universitaria del miércoles en Argentina, sumándose así a un fenómeno global que ha convertido el símbolo del manga japonés en emblema de resistencia juvenil contra gobiernos percibidos como opresivos. El cartel que llevaba la “Jolly Rogers” de Monkey D. Luffy incluía el mensaje “¡No al desfinanciamiento de la educación pública, Ohara presente!”

La bandera pirata con calavera caricaturesca y sombrero de paja comenzó a aparecer en protestas asiáticas desde 2024, cuando jóvenes japoneses la utilizaron en manifestaciones contra escándalos de financiación irregular gubernamental. El fenómeno se extendió rápidamente: ciudadanos surcoreanos la adoptaron durante las protestas contra el ex presidente Yoon Suk Yeol tras la imposición de la ley marcial en diciembre de 2024.

En 2025, la bandera continuó su recorrido global apareciendo en manifestaciones indonesias contra aumentos salariales de legisladores, en protestas universitarias francesas contra recortes presupuestarios en educación, y en el histórico levantamiento juvenil de Nepal contra la corrupción gubernamental.

El fenómeno sigue el patrón de otros símbolos de la cultura popular como las máscaras de “V de Vendetta”, las caretas de “La Casa de Papel” o el saludo de tres dedos de “Los Juegos del Hambre”, que han trascendido sus contextos originales para convertirse en distintivos de descontento popular.

La historia de One Piece, creada por Eiichiro Oda en 1997, gira en torno a una tripulación que lucha contra un “Gobierno Mundial” presentado como opresivo, corrupto y violento. Los protagonistas enfrentan constantemente tiranías en su búsqueda de libertad, desarrollando temas como la importancia de la justicia, la lealtad y las causas sociales.

Esta narrativa resuena profundamente con los jóvenes manifestantes porque Luffy y su tripulación derrocan tiranías en búsqueda de una sociedad más libre y justa. La Generación Z y millennials han crecido con One Piece como parte de su imaginario cultural, dado que la serie lleva más de dos décadas en publicación y cuenta con más de 515 millones de copias en circulación mundial.

El uso de símbolos de la cultura popular ofrece ciertas ventajas estratégicas a los manifestantes. La ambigüedad protectora permite que un manifestante argumente que simplemente expresa su fanatismo por una serie, creando un “dilema interpretativo” para las autoridades y dificultando la criminalización de la protesta simbólica.

A diferencia de otros símbolos de protesta centrados en la ira o destrucción, la bandera de One Piece encarna valores positivos: aventura, amistad, perseverancia y la búsqueda de sueños. Esto permite a los manifestantes enmarcar su lucha no como oposición destructiva sino como construcción de alternativas esperanzadoras en la mayoría de los casos.

La aparición del símbolo en Argentina coincidió con una jornada histórica para la educación pública. La Cámara de Diputados rechazó el veto presidencial a la ley de financiamiento universitario con 174 votos afirmativos, 67 negativos y 2 abstenciones, mientras miles marchaban en todas las ciudades universitarias del país. La referencia a “Ohara” en el cartel es particularmente significativa en el universo de One Piece: se trata de una isla de académicos e historiadores que fue destruida por el Gobierno Mundial (antagonista del anime) por preservar conocimiento prohibido, una metáfora que los manifestantes conectaron con los recortes a la educación pública argentina.

La globalización de los repertorios de protesta se evidencia en la rápida adopción internacional del símbolo. Jóvenes de diferentes países comparten referentes culturales y aprenden mutuamente tácticas de movilización simbólica, utilizando narrativas universales de justicia y libertad para expresar descontentos locales específicos. De esta forma, el fenómeno One Piece en las marchas ilustra cómo este pedazo la cultura popular japonesa se ha convertido en un idioma global de resistencia, permitiendo que jóvenes de Nepal a Argentina encuentren formas creativas de comunicar sus posturas políticas a través de símbolos que trascienden fronteras idiomáticas y culturales.