
A los 89 años, y a solo cuatro días de cumplir los 90, falleció Antonio Toledo, el reconocido empresario español radicado en Mar del Plata, fundador y emblema de la cadena de supermercados homónima que lleva décadas formando parte del paisaje comercial y social de la ciudad. Su partida marca el final de una era para la comunidad marplatense, que lo vio convertirse en un ejemplo de trabajo, esfuerzo y compromiso social.
Nacido en Igea, España, el 26 de agosto de 1935, Antonio llegó a la Argentina siendo apenas un adolescente de 14 años, acompañado de su familia. Se instalaron en Mar del Plata, donde comenzó a forjar su destino desde abajo, trabajando como lavacopas en un restaurante cercano a la antigua terminal de trenes. Su jornada era agotadora, de hasta 14 horas diarias, pero su espíritu emprendedor ya empezaba a destacar.
El camino de Toledo es el reflejo del sacrificio y la constancia. Desde sus primeras experiencias vendiendo hortalizas en una bicicleta adaptada con canastos, hasta convertirse en un exitoso empresario, supo construir con humildad y visión una historia de progreso personal que se transformó en un legado colectivo. La pequeña quinta familiar creció y, con ella, también sus sueños. Primero fue un carro, luego un camión, y finalmente, un almacén con carnicería, frutería y verdulería en Catamarca y 41, atendido por toda la familia.
En 1966, nació el primer local que marcó el inicio de la cadena de supermercados Toledo, ubicada en Colón y Sarmiento. Con una propuesta integral para el hogar y precios accesibles, rápidamente se ganó la confianza y preferencia de los marplatenses. Con el correr de los años, la empresa se expandió por toda la ciudad y la región, consolidándose como un referente del supermercadismo nacional.
Sin embargo, la figura de Antonio Toledo trascendió lo empresarial. Su compromiso con Mar del Plata fue también profundamente social. Siempre cercano a las necesidades de la comunidad, impulsó acciones solidarias, generó empleo local y apostó al crecimiento económico regional. Miles de familias encontraron oportunidades laborales y estabilidad gracias a la cadena que lleva su nombre, y muchas instituciones sociales, deportivas y educativas recibieron su apoyo desinteresado.
El suyo no fue solo un legado de ladrillos y góndolas, sino de valores: esfuerzo, generosidad, trabajo en familia y amor por la ciudad que lo adoptó. “Nunca pensé en volver a España, aquí era feliz”, había dicho en una de sus últimas entrevistas. Y ese amor por Mar del Plata se tradujo en cada proyecto que impulsó.
Hoy, la ciudad despide no solo a un empresario exitoso, sino a un hombre que supo sembrar futuro con cada paso. Antonio Toledo deja una huella indeleble en la historia marplatense, y su nombre seguirá presente en cada barrio donde un supermercado sea también un símbolo de comunidad y trabajo digno.