Para los cuatreros era solo un caballo, para los Rivera,“Bartolito” uno más de la familia

En el barrio Pueyrredón, una familia de Mar del Plata amaneció sin su caballo “Bartolito”, la punta de un iceberg que esconde una red de robo de equinos para faena clandestina, alimentando la indignación de los vecinos ante la falta de respuestas de las autoridades.

En la madrugada del martes, la vida de la familia Rivera dio un vuelco. Hugo Rivera, un vecino del barrio Pueyrredón, descubrió que su caballo, “Bartolito”, había desaparecido. No era un simple extravío, la soga que lo ataba había sido cortada con un cuchillo. Apenas 24 horas después, un hallazgo macabro confirmó el peor de los temores: la cabeza, las patas y la cola de Bartolito, colgada de un alambrado, fueron encontradas en Juan B. Justo y 212. “Con qué necesidad loco, si no tenés para comer salí a pedir que la gente te va a dar”, expresó Hugo con indignación, en entrevista con el Retrato.

El caso de Bartolito no es un hecho aislado. Se suma a una problemática recurrente en Pueyrredón, donde los caballos, para muchas familias una herramienta de trabajo y un miembro más del hogar, son robados y faenados clandestinamente. La carne de estos animales, procesada sin ningún control sanitario, termina en circuitos ilegales de venta, disfrazada de “carne picada especial” o “preparados”.

Para la familia Rivera, la pérdida de Bartolito es más que un robo. El caballo, que tenían desde que era un potrillo de siete meses, era “un integrante más de la familia”. Esta conexión emocional se ve agravada por la inacción de las autoridades. Según Hugo, al intentar hacer la denuncia, se topó con la burocracia policial y la indiferencia. “No te dan ni bolilla”, dice, relatando cómo incluso, al mostrarle la escena del crimen a un patrullero, la respuesta fue la misma: no hay personal disponible. “No sé si no están arreglados ellos también, anda a saber. Pero algo pasa”, lamentó Hugo, reflejando el sentir de una comunidad que ve cómo estos crímenes quedan inconclusos.

Según los comentarios de los vecinos, los robos se han vuelto frecuentes, con varios caballos desapareciendo en poco tiempo. “Esperan los días que estén feos así y ahí salen a robar”, comenta Hugo. Bartolito era un caballo bien cuidado, “gordo” y “mansito”, lo que hace la pérdida aún más dolorosa. Hugo subraya la necesidad de una acción conjunta: “Me gustaría que se junten un montón de los que le mataron los caballos y hablan con algún juez o algún fiscal“.

Este caso no es aislado, ya el año pasado más de un centenar de personas con unos 60 caballos marcharon hasta el palacio municipal reclamando que 117 animales habían sido muertos bajo esta práctica. Allí los recibió el secretario de Seguridad municipal, Rodrigo Goncalvez, que se comprometió con ellos a establecer un canal de diálogo y abrir alternativas que permitan mejorar los controles en las zonas donde mayor reiteración de estos hechos han tenido. Sin embargo, hasta el momento no se han puesto en marcha las herramientas para la resolución de este tipo de conflictos ni se han mostrado resultados.