
Mar del Plata atraviesa una de sus etapas más oscuras en materia de seguridad. En los últimos días, la ciudad fue sacudida por una seguidilla de hechos violentos que dejaron dos muertos y tres heridos graves, víctimas de ataques armados y robos brutales. El caso más estremecedor ocurrió en el barrio Juramento, donde un albañil de 63 años fue asesinado de un disparo en el abdomen y su hijo permanece internado en estado crítico.
Pero esto no es un hecho aislado. En lo que va del año, son más de 50 las víctimas fatales de diferentes tipos de delitos, que van desde homicidios hasta robos violentos en distintos episodios vinculados a la inseguridad, según estimaciones de medios locales y declaraciones de fiscales. La violencia se ha instalado en las calles, desde el microcentro hasta los barrios periféricos, y los “motochorros”, en especial, parecen moverse con total impunidad.
Una ciudad sitiada por el miedo
Vecinos organizados, comerciantes desesperados y barrios que se autogestionan la seguridad con cámaras y grupos de WhatsApp. La postal de Mar del Plata ya no es la de una ciudad balnearia tranquila, sino la de una comunidad que vive cercada por el miedo.
La fiscal Florencia Salas lo dijo sin rodeos: “La inseguridad creció, va en escala y en ningún momento disminuye”. La mayoría de los homicidios están vinculados al consumo de drogas, y los robos se cometen para sostener ese circuito. La justicia, por su parte, admite que llega tarde y con recursos cada vez más escasos.
¿Y los políticos donde carajo están?
Mientras los marplatenses lloran a sus muertos y se encierran antes del anochecer, la dirigencia política parece más preocupada por las listas electorales que por enfrentar esta crisis, mientras los marplatenses sufren las consecuencias de su inacción. Las campañas se llenan de promesas vacías, pero en los barrios la realidad es otra: patrullajes reducidos, móviles que no alcanzan y una policía desbordada.
Lo que más preocupa a la comunidad es la falta de respuestas claras y contundentes de los políticos locales, quienes parecen más enfocados en sus intereses personales y en sus respectivas candidaturas que en afrontar la grave crisis que atraviesa la ciudad. En lugar de trabajar juntos para implementar medidas de seguridad eficaces, muchos de estos políticos parecen atrapados en una competencia electoral constante, mientras los marplatenses sufren las consecuencias de su inacción.
La seguridad no debería ser una bandera partidaria, sino una política de Estado. Pero hoy, en Mar del Plata, la política está ausente donde más se la necesita. Mientras tanto, los marplatenses siguen esperando respuestas que lleguen con urgencia, no sólo en forma de promesas, sino en acciones concretas que logren devolverles la tranquilidad y la esperanza de vivir en una ciudad segura.