
Juan Pablo Maisonnave, empresario marplatense y propietario de la firma “Raffaelli Giardino”, en diálogo con “el Retrato” analizó la coyuntura actual del sector textil argentino. En diálogo con este medio, reflexiona sobre la apertura de las importaciones, la transformación digital, la competitividad internacional y el valor icónico de la avenida Juan B. Justo, conocida como “La avenida del pulóver”.
Una industria en “estado frío” y con poca interlocución
La industria textil argentina atraviesa un momento delicado. Así lo define Juan Pablo Maisonnave al referirse a la situación actual: “Vemos un presente frío, con dificultades que no son nuevas. Las últimas medidas adoptadas por el gobierno nacional no han sido consultadas con el sector. Hay muy poca comunicación entre la industria y las autoridades, y eso se refleja en decisiones que afectan directamente nuestra capacidad de respuesta y planificación”.
Maisonnave no niega que ciertos ordenamientos macroeconómicos eran necesarios, pero considera que fueron implementados de forma desbalanceada: “Por un lado, vemos positivo que se esté buscando un orden fiscal. Pero en nuestro sector, la apertura indiscriminada de importaciones sin haber generado previamente condiciones internas de competitividad, como una reforma tributaria o la modernización del sistema laboral, nos deja en una situación desventajosa”.
La amenaza para las PYMES: un golpe desigual
Al analizar el impacto de estas medidas, el empresario advierte que las pequeñas y medianas empresas son las más expuestas: “Nosotros somos una pyme con cierto volumen, con una estructura más avanzada, pero hay muchas más pequeñas que no van a poder resistir esta situación”.
El problema, según Maisonnave, no es la competencia en sí, sino la desigualdad en las condiciones de juego: “No es lo mismo competir con productos de alta calidad. El grueso de lo que se está importando son artículos de bajísimo costo y baja calidad. En muchos casos, los valores F.O.B. no superan los siete dólares por prenda. Eso es lo que más daño le hace a las pymes chicas”.
Competir “puertas adentro”, perder “puertas afuera”
Maisonnave describe una paradoja que aqueja a buena parte del empresariado argentino: “Nosotros somos competitivos puertas adentro. Invertimos en tecnología, capacitación, calidad. Pero una vez que el producto sale a la calle, pierde competitividad por todo lo que está fuera de nuestro control: la presión tributaria, la carga impositiva, los costos logísticos”.
La competencia con el exterior, en este contexto, se vuelve injusta: “Es muy difícil competir cuando en otros países una prenda importada se multiplica por tres o cuatro, y en Argentina por ocho o nueve. Esa diferencia no se da en la industria, sino en todo el camino desde el puerto hasta el retail”.
La inteligencia artificial no reemplaza, potencia
Consultado sobre el avance de las nuevas tecnologías y en particular de la inteligencia artificial (IA), Maisonnave es optimista: “No la vemos como una amenaza, sino como una herramienta para potenciar a la empresa. Ya estamos trabajando con una consultora internacional para evaluar cómo aplicar IA en distintos procesos: desde la administración hasta la producción”.
Aclara que la automatización no implica necesariamente una reducción de personal: “Seguimos necesitando equipos humanos para confeccionar las prendas. Pero la IA nos va a permitir tomar decisiones más rápidas, procesar datos con mayor precisión y agilizar procesos internos”.
A su entender, las empresas textiles del futuro serán también data companies: “Estamos viendo apenas la punta del iceberg. La gestión de datos será clave para mejorar procesos, anticipar demandas y adaptarse a un mercado global cada vez más exigente”.
Alta calidad como diferencial en el mercado externo
“Competir en el exterior no es sencillo, pero es posible si apuntás a un nicho muy definido”, afirma Maisonnave. La clave, sostiene, está en ofrecer productos de alta calidad: “Nosotros trabajamos con hilados certificados, insumos de primer nivel y diseño cuidado. Eso tiene un valor, no solo en Argentina, sino en todo el mundo”.
Refuta el argumento de que los precios argentinos son exageradamente altos: “Una prenda de calidad es cara en cualquier parte del mundo. Lo que pasa es que acá se comparan precios con artículos en liquidación o en outlets internacionales, y eso desdibuja la percepción”.
Maisonnave remarca que su empresa mantiene vínculos con marcas internacionales y exporta a diversos países de Latinoamérica. Pero advierte: “Si no hay una reforma estructural que reduzca los costos fiscales y modernice la legislación laboral, la competitividad va a seguir en riesgo. No se puede competir globalmente con un sistema del siglo pasado”.
Una economía textil entre dos extremos
Para el empresario, Argentina padece de una oscilación peligrosa entre dos extremos: “O tenemos una economía cerrada e irrisoria, o nos abrimos de golpe sin inteligencia”. En ambos casos, sostiene, se afecta a la industria nacional.
El equilibrio, según Maisonnave, debería estar en generar condiciones internas previas: “Si vos modernizás la legislación laboral (que tiene más de 80 años) y bajás la carga impositiva, entonces podés abrirte al mundo. Pero hacerlo antes, sin resolver esos problemas, es suicida para el sector productivo”.
Juan B. Justo, el símbolo que resiste
Sobre el cierre de la entrevista con “el Retrato”, la conversación se vuelve más nostálgica pero no menos relevante: ¿sigue viva la mítica “Avenida del pulóver”? Maisonave cree que sí: “Juan B. Justo sigue siendo un ícono. Quizás ya no están a la vista las fábricas como antes, pero el espíritu textil sigue intacto”.
Explica que hoy conviven distintos niveles de producto: “Podés encontrar prendas desde 15 mil pesos hasta otras de 250 mil. Eso refleja la diversidad de propuestas: hay prendas de diseño, otras de marca, y muchas que reflejan el esfuerzo de pequeñas fábricas familiares”.
Mar del Plata, Capital Nacional del Pulóver
Con orgullo, Maisonnave reivindica el rol de Mar del Plata como epicentro de la industria del tejido de punto: “No solo por el volumen de producción, que es enorme, sino también por el entramado académico y formativo que lo respalda. Tenemos universidades, tecnicaturas, centros de capacitación. Hay talento, creatividad y pasión”.
Y concluye: “Todo ese ecosistema es el que hace posible que, a pesar de las dificultades, el sector textil marplatense siga vivo, adaptándose y evolucionando. El desafío ahora es que las políticas públicas acompañen ese esfuerzo”.