El conflicto entre Irán e Israel se intensifica con ataques preventivos y respuestas, mientras la diplomacia se estanca. El analista Ricardo Auer, en un análisis exclusivo requerido por “el Retrato…”, detalló las implicaciones geopolíticas, la polarización interna y el riesgo de una crisis global, destacando la influencia de factores económicos y las cambiantes alianzas regionales.
El conflicto en Medio Oriente escala con nuevas acciones militares entre Irán e Israel, mientras los intentos de una salida diplomática enfrentan un panorama complejo. La situación se agrava con ataques y respuestas mutuas, sin claridad sobre sus efectos reales ni un avance hacia negociaciones concretas. Israel justificó sus acciones preventivas alegando una amenaza inminente a su integridad nacional ante el programa nuclear iraní, que, según expertos, aún está lejos de la capacidad bélica. No obstante, el gobierno de Netanyahu, influenciado por la extrema derecha, percibe cualquier acuerdo como un impedimento para la destrucción total del programa nuclear iraní, objetivo que difícilmente lograría sin la participación activa de Estados Unidos.
Ricardo Auer, analista internacional, subrayó que la guerra actual es, en parte, un “conflicto cognitivo”, donde los comunicados buscan minar la voluntad de lucha del adversario. La incertidumbre sobre el alcance de los bombardeos a sitios nucleares y los reportes de respuestas iraníes, como un ataque a una base en Qatar, demuestran la fragilidad de la situación. La clave, según Auer, reside en “quién afloja primero” para forzar una negociación, y en las reacciones internas de cada país. Tanto Irán, que ha enriquecido uranio a niveles significativos, como Israel, mantienen posturas intransigentes y al mismo tiempo se desangran mutuamente. “Al final se va a llegar a alguna negociación, el tema es en qué términos se llega a esa negociación”. Sin embargo, si hablamos del panorama puramente militar, pareciera que Israel tiene el pronóstico más favorable.
El escenario se complejiza por las divisiones internas en ambos países. En Israel, el pueblo se encuentra dividido, con una parte significativa en desacuerdo con la línea de Netanyahu y su coalición de extrema derecha. En Irán, una oposición antirreligiosa colabora con las acciones externas. Sumado a esto están los intereses de Estados Unidos, donde existe una pugna entre el lobby financiero, que incentiva la continuidad de la guerra por intereses económicos ligados a la venta de armas y el control social a través de las grandes tecnológicas. Según Auer, el sector pro-guerra parece imponerse sobre la postura de Trump, quien busca una solución diplomática. El analista enfatiza que “la maquinaria de guerra son las que están alimentando los extremismos religiosos que son usados para obtener pingües negocios en todo esto”.
Inicialmente, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos compartían las preocupaciones de Israel sobre Irán, pero esta percepción ha cambiado. Ahora, Israel se perfila como una potencia hegemónica regional, mientras que Teherán es vista como una amenaza menor para el mundo árabe, que incluso vería con buenos ojos un acuerdo nuclear entre Estados Unidos e Irán para establecer un nuevo equilibrio de poder. La continuación del conflicto es peligrosa, ya que las poblaciones árabes se han volcado en apoyo a la causa palestina y podrían inclinarse hacia Irán. Hechos como la normalización de relaciones entre Arabia Saudita e Irán en 2023, mediada por China, y la propuesta de crear un consorcio nuclear regional, reflejan este cambio.
A nivel global, China y Rusia se ven indirectamente afectados por la inestabilidad. Una eventual desestabilización en Irán podría presionar a Pakistán, impactando el corredor sur de la Ruta de la Seda china y exacerbando tensiones con Estados Unidos. La inestabilidad global que podría generar el conflicto es preocupante, especialmente si se afecta la producción y el traslado de energía en el Estrecho de Ormuz, lo que impactaría el precio del petróleo y la inflación a nivel mundial. Auer advierte que, si bien “no hay antecedentes en todas las décadas anteriores de que Irán haya cerrado el estrecho” por afectar a sus propios clientes, “en los calores de la guerra quizás si sucediera” si se viera “acorralado y desesperado”. El aumento del precio del petróleo de 60 a 80 dólares ya es un indicador.
La situación política interna de Israel, con los conocidos problemas judiciales de Netanyahu, también influye en la prolongación de la guerra, que podría buscar bloquear elecciones internas. El conflicto, en su complejidad, se retroalimenta de extremismos religiosos y no vislumbra una solución sin un diálogo y pragmatismo que hoy parecen ausentes entre las partes involucradas.
En este escenario global tan volátil y dinámico, la Argentina se encuentra en una posición de particular vulnerabilidad frente a las repercusiones económicas. Ricardo Auer calificó al país como “un país muy secundario” y sin “ningún rol ni participación” significativa en la geopolítica internacional, resumiendo su situación como “una hoja al viento”. Esta falta de incidencia global, sumada a la dependencia de los mercados energéticos internacionales en tensión, lleva al analista a prever que la escalada de precios del petróleo, consecuencia de este conflicto en Medio Oriente, provocaría “una nueva crisis como la que ya estamos acostumbrados” en Argentina, intensificando los desafíos inflacionarios ya presentes en el país.