Los barrios del Sur marplatense ¿liberados? al accionar de la delincuencia

Insólito, pero tristemente real. Un auto se incendió en la zona de Chapadmalal y, lejos de despertar una respuesta urgente, puso en evidencia el abandono al que están sometidos los vecinos. Ante el llamado de emergencia, la Policía se desentendió del caso, argumentando que no era de su competencia y que debía intervenir el municipio. Sin embargo, este tampoco actuó. El vehículo, ubicado al costado de la ruta, no representaría un “riesgo”, según las autoridades. Pero ¿qué hay del riesgo para los vecinos, del deterioro del entorno, de la impunidad con la que se abandonan autos sin que nadie los retire? El auto, que no fue robado sino dejado allí, sigue siendo parte del paisaje, como si nada. La falta de coordinación y de responsabilidad estatal es alarmante. El Marquesado merece más que excusas. Merece presencia, compromiso y respeto. ¿Hasta cuándo van a ignorar a una comunidad que también paga sus impuestos?

La zona Sur de Mar del Plata abandonada a su suerte

Pero no solo Chapadmalal sufre el abandono, sino también Playa Serena, los Lobos, El Marquesado, Santa Isabel, entre otros, donde los vecinos del Sur marplatense atraviesan una crisis de inseguridad que se agrava día tras día, sin que las autoridades brinden soluciones concretas. Los vecinos viven con miedo, no por violencia directa, sino por la constante sensación de estar expuestos a robos, hurtos y violaciones a la intimidad de sus hogares. La falta de respuesta oficial se siente como una renuncia del Estado (tanto Provincial como Municipal) a su deber más básico: proteger a quienes viven y trabajan en esta parte de la ciudad que ha tenido un crecimiento exponencial en los últimos años.

La impunidad raya con “una zona liberada”

Los robos, aunque en su mayoría sin violencia física, se caracterizan por su frecuencia y el nivel de impunidad con que se cometen. La modalidad más común es la del robo cuando no hay nadie en la casa: basta con que una persona se ausente para ir a trabajar o que un turista vuelva a su ciudad, para que al regresar se encuentre con la vivienda desvalijada. Los delincuentes rompen puertas, vidrios o cercos sin importarles cámaras o alarmas. Incluso en los casos en que hay sistemas de seguridad instalados, estos son rápidamente neutralizados.

A plena luz del día también se sienten “invencibles”

Uno de los casos más recientes y alarmantes ocurrió a plena luz del día. Un vecino que trabajaba en una obra en construcción sufrió el robo de su camioneta estacionada en el lugar. Apenas dos horas más tarde, los delincuentes ingresaron a otra vivienda en el mismo barrio y la vaciaron por completo. El nivel de desparpajo es tal que ya no se esconden ni esperan la oscuridad de la noche para actuar; incluso intentaron entrar a una casa que estaba habitada. Afortunadamente, los ocupantes lograron ahuyentar a los delincuentes que se sienten “invencibles”, aunque el trauma y la sensación de vulnerabilidad que queda es difícil de borrar.

Las alarmas y las cámaras sirven para poco y nada

Ante esta ola de inseguridad, muchos propietarios de casas que permanecen vacías durante el invierno han optado por contratar serenos o vigiladores nocturnos. La presencia humana parece ser, al menos por ahora, la única barrera disuasoria efectiva. Las alarmas y cámaras, que deberían cumplir esa función, han demostrado ser insuficientes frente a la decisión y preparación de los delincuentes.

Los vecinos se sienten totalmente desprotegidos

Lo más preocupante es el silencio de las autoridades. No hay patrullajes, no hay operativos, no hay presencia ni de la Provincia , ni del Municipio. Los vecinos sienten que han sido abandonados.

Y esa sensación no es una percepción subjetiva, sino una conclusión basada en hechos reiterados y una total ausencia de respuestas. Ante esto colocan carteles alertando que aquellos que transitan o habitan en esos lugares están en “Zona de Robos”, tal cual sucede en el ingreso al barrio Santa Isabel

Una comunidad atrapada por el miedo y la impotencia

La zona Sur, tradicionalmente tranquila y elegida por muchos por su entorno natural y su calma, hoy está atrapada entre el miedo y la impotencia. Es inadmisible que quienes trabajan, invierten y viven allí tengan que convertirse en sus propios vigilantes, resignados a que en cualquier momento su casa pueda ser el próximo objetivo. Mientras tanto, las cámaras siguen filmando delitos que nadie persigue, las alarmas suenan en casas que nadie vigila, y los vecinos siguen tocando puertas oficiales que nadie abre.

…y como si fuera poco, crecen la usurpación de viviendas

Y como si todo esto fuera poco, la ocupación ilegal de propiedades crece a un ritmo alarmante. En muchas zonas ya casi se da por sentado que buena parte de las viviendas fueron construidas de manera ilegal. Esto ha generado un clima de inseguridad e impotencia entre los vecinos. Además, es cada vez más común que personas ingresen a casas deshabitadas y permanezcan allí durante meses. En muchos casos, quienes ocupan los inmuebles lo hacen acompañados de niños o bebés, lo que dificulta y retrasa el accionar de las autoridades, con el “bonus track” de una Justicia demasiado lenta.

Impunidad y desprotección “reinan en la Zona Sur”

La policía, frente a estas situaciones, suele tener restricciones legales para proceder con un desalojo inmediato. Esta realidad fomenta una percepción de impunidad y desprotección. Los propietarios afectados enfrentan largos procesos judiciales para recuperar sus viviendas. Mientras tanto, los ocupantes se establecen, a veces incluso haciendo modificaciones a las propiedades. La comunidad observa cómo esta práctica se normaliza. El temor a nuevas usurpaciones crece. Muchos propietarios ya no se sienten seguros dejando sus viviendas vacías por períodos prolongados. Esta situación refleja una profunda crisis habitacional y también de gobernabilidad. La falta de políticas claras y eficientes agrava el problema. Quizás ahora, en tiempo de campaña política aparezcan candidatos, y llenen de promesas que seguro, no cumplirán.

¿Ineficiencia? o ¿Complicidad? Preguntas sin respuestas

Algunos vecinos ,alertados por presencia de extraños, que merodeaban por la zona , los han seguido y la mayoría (por no decir todos) viajan rumbo a la ciudad de Miramar, donde potencialmente viven. Es por eso que preguntan cuáles son las razones de tanto “peso” que impide se realizan controles en la ruta interbalnearia, como una manera, al menos, de intentar disuadir a los delincuentes a transitar con total libertad. ¿Ineficiencia? o ¿complicidad?, preguntas que no tienen respuestas…