
El difunto papa Francisco fue sepultado dentro de un féretro sencillo, sellado y marcado con su escudo pontificio en una ceremonia antigua y solemne en la basílica de San Pedro, y reposará con sus zapatos usados.
La ceremonia del cierre del féretro fue presidida de forma privada por el cardenal camarlengo, Kevin Joseph Farrell, en el interior de la basílica vaticana una vez que se terminó la capilla ardiente y después de tres días pasaron 250.000 fieles a darle el último adiós.
Francisco fue expuesto públicamente dentro de un ataúd sencillo de madera, mientras que hasta Benedicto XVI los papas eran expuestos sobre un catafalco, pero Bergoglio cambió el protocolo.

Dentro de la caja se introdujo una bolsa con algunas monedas y medallas acuñadas durante el pontificado y un tubo metálico con el acta o ‘rogito’, sellado y lacrado, que recoge para la posteridad los hechos más relevantes de su vida y de su pontificado.
En este documento, en latín, Francisco es recordado por su sencillez, por su atención a los “últimos y descartados de la sociedad”, por su preocupación por el medio ambiente y por su lucha contra los abusos perpetrados por representantes del clero.

El maestro de las Celebraciones Litúrgicas, Diego Ravelli, leyó el acta, cuyos ejemplares fueron firmados por algunos de los presentes, entre los cuales se hallaban los cardenales Giovanni Battista Re, que oficiará el funeral mañana; Pietro Parolin, secretario de Estado; y Mauro Gambetti, arcipreste de la basílica.
A continuación, se colocó la tapa de zinc del ataúd, sobre la cual se encuentran la cruz, el escudo del papa fallecido y la placa con su nombre, la duración de su vida y de su papado.
