
Caito Villalba, un reconocido ex jinete balcarceño, que hoy se dedica a la cría de caballos y la venta de yeguarizos, charló con “el Retrato…” acerca de su trayectoria en el mundo de la jineteada, sus primeros pasos en los campos de la provincia y su amor por los caballos. Con un tono nostálgico, recordó los momentos más destacados de su carrera y cómo los caballos y la jineteada siguen siendo una pasión que lo acompaña.
Caito, ¿cuántos recuerdos tenés de la jineteada? ¿Cómo empezaste a jinetear?
Ah, no sabés, hace tanto tiempo que me arrancaron a montar. Empecé cuando un amigo me invitó a participar de una fiesta en Ramos Otero. No tenía mucha experiencia, ni siquiera usaba botas, solo bombacha y botas sobre la bombacha. Fue un día que me dijeron “¿te querés anotar?” y así comencé. Fue en esas fiestas organizadas por José Arrativel, donde todo empezó, y de ahí, no paré más. La verdad, si no hubiera sido por algunas personas que me ayudaron, como vos, ni me hubiera metido en la jineteada.
¿Cuántos años estuviste montando?
Estuve aproximadamente 20 años montando, bastante tiempo. Me acuerdo de muchos caballos que monté, algunos de ellos muy famosos. Tenía la suerte de montar caballos muy buenos, como “El Liebre”, “El Mono Loco”, o “El Patoruzú”. Fueron caballos que me marcaron y siempre tuve suerte de poder montarlos.
¿Te acordás de alguno de los caballos más famosos que montaste?
Sí, claro. Uno de los que más recuerdo es “El Liebre”, un caballo que me hizo sudar la gota gorda. También tuve la suerte de montar “El Mono Loco” y “El Patoruzú”, todos de Martínez, caballos que andaban bien en la rueda. Sin dudas, me tocó vivir grandes momentos sobre esos caballos.
¿Fuiste ganador en alguna fiesta importante, como la famosa del 1º de Mayo en “El Linyera”?
Sí, claro. Recuerdo que ese año entré empatado con Omar Mariano. Para mí, ese hombre fue un maestro. Siempre lo recordaré porque me enseñó mucho sobre la conducta y la forma de ser dentro de la jineteada. Yo apenas estaba comenzando, y él, con su experiencia, me dio una mano y me alentó a seguir. Fue un gran gesto. Algo que siempre voy a recordar con cariño.
¿Y montaste el famoso “Moncho”?
Sí, monté “El Moncho”. Me lo hiciste montar vos, ¿te acordás? Era un caballo complicado, me bajó varias veces. A pesar de eso, montarlo fue una experiencia increíble.
¿Qué tal la jineteada en “El Perico”, el famoso burro de Mariano Yon?
¡Ah, claro! Monté “El Perico” en una fiesta en Otamendi. Fue una monta muy especial. Aunque no pude quedarme mucho sobre él, me dejó buenos recuerdos. También tuve la oportunidad de montar “El Tiburón”, otro caballo complicado. Lo intenté dos veces, pero me bajó en ambas. Son esas cosas que pasan, uno no siempre tiene suerte.
¿Qué es lo que más te dejó la jineteada?
Lo mejor que me dejó la jineteada son los amigos. Hoy en día, sigo en contacto con mucha gente que conocí a lo largo de los años. Cada vez que voy a El Talar, me presentan a la familia, o me cruzo con chicos de Madariaga, como el Chocho Galeano o Mingo Arriola. Los recuerdos más bonitos de la jineteada son esas amistades que perduran. Antes había mucho compañerismo entre los jinetes, todos nos ayudábamos. Eso no sé si pasa tanto ahora, pero en mi época era algo muy lindo.
¿Te acordas de algunos de los premios que ganaste?
La verdad, no me acuerdo bien de todos los premios, pero sí sé que tuve suerte. Recuerdo sobre todo los premios que gané en la Laguna, en las pruebas de cuero tendido. Siempre fui afortunado en esas competencias, y con los chicos de Vidal, como el Chana Lali y Andraca, competíamos juntos, y sacábamos premios. Pero lo más importante fue la camaradería y los momentos compartidos.
Hoy han pasado ya 30 años, Caito, ¿cómo ves tu vida? ¿Sigues vinculado al mundo de los caballos?
Sí, sigo en el negocio de los caballos. Hoy me dedico a la cría de caballos, especialmente para las pruebas de rienda y el polo. Ando en un camión propio y trato de mantenerme conectado con los caballos. Aunque ya no estoy montando tanto, siempre me gusta armarme algún caballo para jineteadas y seguir estando en contacto con los amigos de siempre. Es una pasión que nunca se apaga.
¿Cómo recuerdas esos viejos tiempos, Caito?
Siempre me acuerdo de Héctor, tu padre, de todas esas fiestas a las que fuimos juntos. La jineteada, esa fiebre que me metiste, es algo que nunca voy a olvidar. Si no fuera por vos, no hubiera llegado a nada en este mundo. Los amigos, las montas, las risas… Son recuerdos que guardo con mucho cariño. Hoy, a pesar de que ya no monto tanto, sigo siendo el mismo de antes, con la misma pasión por los caballos y las amistades. Y bueno, mientras estemos, seguiremos siendo amigos, gracias a Dios.
Caito Villalba es un ejemplo de cómo el amor por los caballos y la jineteada se mantiene vivo a lo largo del tiempo. A pesar de los años, su vínculo con los caballos sigue siendo parte fundamental de su vida, y su recuerdo en el mundo de la jineteada perdura gracias a los amigos y las experiencias compartidas.
Por Cacho Avellaneda