“El placer de la obra se da cuando conecto con el espectador y veo que me está mirando. Cuando hay un silencio enorme en la sala, cuando me siento actor, todo se vuelve muy gratificante”, afirmó Luciano Castro en diálogo con “el Retrato…” sobre su unipersonal CAER (y levantarse). Para interpretar a Junior, el protagonista, confesó haber buscado aspectos de su vida personal: “Busqué cosas que tienen que ver conmigo, que me pudieron haber pasado y que quisiera que me hubiesen pasado”.
En este marco, Castro explicó que su incursión en el unipersonal surgió de la inspiración de Mey Scápola, directora de la obra: “Fue ella quien me animó. Me dijo que era un reto importante para un actor. Fuimos a ver varias obras, entre ellas ‘Las cosas maravillosas’, que también dirige. Me propuso crear algo propio. Armamos un equipo y comencé a escribir con los guionistas”.
La obra tiene funciones los sábados, domingos y lunes a las 22 horas en Chauvín, San Luis 2849. Según Castro, “transcurre en lo que le pasa a Junior en los ochenta, narrado desde el presente. Es un boxeador que está preso, esperando su sentencia. Cuenta su vida y cómo llegó donde está”. Junior, señaló el actor, es un personaje cercano al público: “Es alguien que puede ser cualquiera de nosotros. Es hijo, novio y alguien que sufre por amor. La idea siempre fue que la historia conectara desde el principio con la gente”.
“Sentí pánico escénico”
Al hablar de sus primeras funciones, Castro reconoció haber experimentado miedo escénico: “Nunca había sentido miedo a nada porque siempre trabajé acompañado. Laburo desde los 17 años y jamás me pasó. El día del debut, en una sala de 80 personas, sentí pánico. No hice ensayos con público. Mey me dijo que era una locura para el género, pero no quise. Las primeras dos funciones fueron difíciles. En la tercera, aunque fue la peor, la disfruté porque no me importó el resultado. Me dediqué a disfrutar. Ahí entendí que en las dos primeras no lo había hecho”.
A su vez, sobre la creación de Junior, explicó: “Pensamos en aspectos que fueran fáciles, no de interpretar, sino que me interpelan. Incorporé boxeo, Mar del Plata y personas importantes en mi vida. Algunos personajes realmente existieron; otros, no. Esto es un cuento. Lo importante era que resultara atractivo y mantuviera el interés del público”.
Además, describió la humanidad del protagonista: “Junior no deja de ser querible, a pesar de estar preso. Lo que buscamos fue que lo peor de alguien no aleje al público, sino que lo acerque. Queríamos que la gente lo vea como alguien real, con quien puede identificarse, sin rechazos ni prejuicios”.
“No tiene que ser un fracaso para caer”
Siguiendo esa línea, analizó: “Creo que todos en la vida, en algún momento, fuimos al piso y nos tuvimos que parar. Al que no le pasó… ¡qué suerte! Con 50 años fui al piso muchas veces y muchas veces me tuve que levantar. Yo, Luciano. De mi carrera no puedo decir nada. Sería un ingrato total si me quejara cómo me fue en mi trabajo” y reflexionó: “Caerse en mi trabajo fue, muchas veces, hacer grandes éxitos. Uno piensa que con el éxito lo logró, y por ahí te mueve muchas cosas o te lleva a muchos lugares donde caes. Ese cimbronazo del éxito te descoloca y caes”.
Por otro lado, destacó la intimidad que ofrece el Soundroom de Chauvín: “El ambiente me ayuda. Tengo un problema en la vista desde hace años. Con las luces y el humo, veo menos. Uso al público como referencia. Cada persona representa a todos, y les hablo directamente. Es algo que nunca había hecho. Romper la cuarta pared me genera un placer enorme”.
“Me siento un privilegiado y quiero agradecer”
Por último, discurrió en que la resiliencia que expresa la obra es un mensaje que la sociedad debe escuchar y recordar. Y concluyó: “Quiero agradecer a Mey, Patricio Abadi, Nacho Ciatti y todo el equipo de trabajo. Subieron mi vara para que estuviera mejor. También a Chauvín por el espacio y el apoyo. Estamos felices de trabajar ahí”.