Ahora sí.
Ahora, que pasé por el filtro de la fe todo eso que me pasaba por el cuerpo, puedo hablar.
Ahora que renuncié a seguir en la parroquia, (por la bronca), para luego decidir quedarme donde estoy, (por la fe).
Ahora que puedo hablar sin ofender, y decir la verdad, aunque ofenda.
Nosotros, los de Asunción…no estamos locos.
Simplemente no nos pudieron ver. Y eso no está bien.
Aunque les duela.
Lo que hicieron con nosotros, no es de Dios. Jesús, el que seguimos, no nos enseñó eso.
Nosotros en la catequesis no enseñamos eso. No es nuestro mensaje.
Por eso la impotencia, y el dolor, y el enorme cansancio de meses de espera. De incertidumbre, de pedidos, de ninguneo y silencio.
Nosotros, lo de la Asunción…no estamos locos.
Se llevaron a nuestro sacerdote sin darnos una respuesta, como si él hubiera sido el hacedor de algún horror que ameritara el modo en que lo hicieron. Como castigando y castigándonos. Sin darnos ninguna palabra. Sin explicarnos.
Y él era nuestro amigo. El estaba con nosotros. Como muchos sacerdotes. Era presencia, risas, trabajo. Era parte de nuestra rutina, de nuestro día a día. Confiábamos en él.
Ni siquiera nos permitieron despedirnos.
Qué pretendían que hiciéramos?
Ni siquiera nos acompañaron en nuestro dolor y en nuestra incertidumbre.
Nosotros no somos ni agresivos ni violentos. Nunca lo fuimos.
Y si alguna vez levantamos carteles, o actuamos de maneras que ofendieran, fue desde el dolor que nos causó el desamparo al que nos sometieron.
Pero Dios no está tan lejos nuestro como ustedes.
Y la fe nos acompañó.
Hoy entramos en duelo que ustedes atrasaron. De la peor manera, pero al menos salimos de la incertidumbre.
Ya sabemos que no van a traer de vuelta al Padre Luis.
Y ya sabemos que el Padre Lucas seguirá su misión en otra parroquia.
No se preocupen, ya no haremos nada. Nos vencieron. No vamos a escribir cartas ni les haremos pedidos. Ahora solo sentiremos el dolor que debimos haber sentido si se hubiera ido como cualquier sacerdote a otro destino, pero aumentado por cada mes en que esperamos. Por cada segundo de incertidumbre y de incomprensión.
Ahora entraremos en nuestro dolor de lleno y sin esperas.
Aceptamos el dolor y vamos a curarnos.
Déjenos curarnos en paz. Respéten nuestras palabras, nuestros silencios, nuestros fragmentos, nuestros enojos. Nuestros procesos.
Déjennos ser lo que somos. Y si estamos rotos, no sigan rompiéndonos.
Dennos tiempo. Vamos a curarnos.
Porque Dios repara siempre lo que otros rompen. Porque El hace nuevas todas las cosas.
Nos quedamos con todo lo que nuestros sacerdotes nos dieron. Con todo el aprendizaje y el camino recorrido. Nos quedamos con ellos en el corazón, estén donde estén y pase lo que pase.
Y vamos a recibir a un nuevo párroco con afecto. Poniéndonos a disposición porque la Asunción es mucho más que sus circunstancias actuales.
No vamos a devolver dolor por dolor.
Porque nosotros, los de la Asunción, también hemos cambiado con todo esto.
Porque nosotros, aun en medio de la noche, seguimos siendo ‘’Los de la esperanza”.
Y porque la luz siempre, siempre, siempre vence a la oscuridad.