Querido e inolvidable compañero y amigo Roque Di Caprio: Un 10 de enero de 1990 decidiste dejarnos por designio de Dios y hoy me doy cuenta que ya han pasado muchos años.
Hoy estarías pisándome los talones en años vividos y haciendo una retrospección recuerdo los momentos compartidos en común. Desde la creación de la Renovación en Mar del Plata, pasando por la lista verde local que adhería a nivel nacional a Rodríguez y a Klosterman, por la creación de la lista 17 en 1983 de la cual fuiste fogonero, por aquella inefable reunión que armaste en el teatro de Canillitas donde hiciste subir a todos los que querían ser candidatos a Intendentes para que explicaran porqué el deseo, a nuestra amistad en común con Coco Taraborrelli y Luisito Macaya con quienes compartimos tantos momentos y reuniones, por los sándwiches que le hacías preparar a mi mujer cuando nos reuníamos al mediodía a discutir problemas en mi domicilio de Moreno 3445.
También recuerdo tu cara de ansiedad cuando compartías tu momento de ansiedad con Julito Guma en la oficina de Mauro mientras hacíamos el recuento del contenido de mesas escrutadas donde Uds. iban de candidatos a Senadores.
Recuerdo que fuí el Primer Secretario de Derechos Humanos del Consejo del Partido, de Gral. Pueyrredón que vos presidías.
En fin, mucho podría escribir sobre lo compartido, pero en el deseo de ser justo, mientras ejercí mi vida profesional y más allá de mis posibilidades de error, fuiste el único sindicalista que recuerdo que se podría haber presentado como candidato a Intendente de Mar del Plata con posibilidades de ganar. La gente te respetaba.
Recuerdo que fuiste un Demócrata Republicano, al punto tal que en algunas charlas de café mantenidas post Intendencia con mi amigo Angel Roig, cuando hablábamos de vos no tenía más que palabras de elogio hacia tu persona.
Es cierto que la vida y la realidad cambia a los hombres, pero déjame soñar que quizás en Mar del Plata las cosas serían mejor si vos vivieras.
Tano, desde el recuerdo déjame tenerte presente por tus actitudes, por tu sana viveza, por la incondicionalidad con tus amigos y por la bonhomía con los no tan amigos, además de tu sana coherencia que te acompañaba siempre. La noche anterior a tu partida fuimos a cenar con nuestras esposas, los cuatro solos, y al día siguiente desperté con un dolor muy fuerte en el pecho…me habían avisado.
Amigo descansa tranquilo porque el mejor recuerdo que pueden tener hoy tus hijas es la herencia que les dejaste por tu conducta pública.
Chau Tano. Hasta la victoria siempre
Tu compañero y amigo Samuel Eduardo Dlin.