Marta Minujín, artista pionera y vanguardista que comenzó su carrera en 1963 con “La destrucción” y que a lo largo del tiempo incluyó hitos como “El pago de la deuda externa con choclos” en 1985 o “La Menesunda” en los 60, usó el jueves su cuenta de Instagram para manifestarse en contra del cierre del Fondo Nacional de las Artes propuesto por la Ley Ómnibus que el Gobierno envió al Congreso: “¿Qué hubiese sido yo en mis comienzos sin esos préstamos que me permitieron llegar a París, recorrer los grandes museos y aprender mirando?”.
Minujín, quien este año celebró sus ochenta años, sigue trabajando en su taller como siempre y, fue precisamente junto a uno de sus cuadros, que decidió grabar el video que ayer subió a su cuenta de Instagram para opinar sobre la posibilidad de que el FNA cierre: “Acá estoy trabajando porque los artistas vamos directo al alma, pero gratis. Necesitamos un lugar de trabajo. Quiero subrayar que me parece terrible cerrar el Fondo de las Artes. ¿Qué hubiese sido yo en mis comienzos sin esos préstamos que me permitieron llegar a París, recorrer los grandes museos y aprender mirando? Es tremendo que lo cierren. Es serruchar la cultura. Y este país tiene que vivir de la cultura. Que no lo cierren”.
Nacida en Buenos Aires el 30 de enero de 1943, la artista que popularizó su clásico latiguillo “arte, arte, arte”, estudió en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano y en 1961 obtuvo una beca del FNA para instalarse en París, donde en 1963 llevó a cabo uno de los primeros hitos de su carrera, “La destrucción”.
“Mi primer happening”, rememora Minujín en sus diarios íntimos reunidos en el libro “Tres inviernos en París” (Penguin), relata el día en que destruyó todas sus obras, acompañada de otros artistas, mientras un hombre vestido de verdugo, encapuchado, las destruyó a hachazos, para luego ella misma prenderlas fuego, a lo que agregó la suelta de cientos de aves y conejos entre la audiencia. “Fue una sucesión de imágenes orgiásticas incontrovertibles”, recuerda la artista sobre el momento en que vio desaparecer su trabajo de tres años.
En 1964, Minujin comenzó con su serie de colchones intervenidos, pintados de colores estridentes, fluorescentes, de formas variadas (como “Revuélquese y viva” o “Eróticos en technicolor”), una serie que la acompañaría durante el resto de su carrera. “Nacemos, morimos, hacemos el amor, pasamos gran parte de nuestra existencia en un colchón”, decía.
De regreso en Buenos Aires, en 1965, la artista llegó al gran público con otra de sus obras destacadas, “La Menesunda”, instalada originalmente en en el Instituto Di Tella y reconstruida para su 50 aniversario en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, presentada como un laberinto de once ambientes que provocan aromas, sensaciones y experiencias de todo tipo en el espectador, lo que representó una ruptura respecto a los lenguajes visuales de la época.
Su gran logro fue el “arte de participación masiva, el arte que es para todos, que no es elitista”, definió la mayor referente argentina del pop art en una entrevista.
Influenciada por el entorno intelectual que rodeaba al Instituto Torcuato Di Tella, creó también “Simultaneidad en simultaneidad” en 1966, una acción en la que invitó a figuras famosas, según su popularidad mediática, quienes fueron filmados, fotografiados, registrados por un circuito cerrado de televisión. A los tres días, estos personajes eran invitados otra vez a la sala de un teatro, en esta oportunidad para verse “invadidos” por los diferentes medios de comunicación: las fotografías, los videos, el audio de sus propias voces y el registro de sus propios movimientos se sumaba a la aparición de personas que en el mismo momento les entregaban un telegrama, e incluso escuchaban sus propios nombres en el noticiero del momento. Una invitación a sentirse alienado por la tecnología, una acción de vanguardia.
Luego de ganar la Beca Guggenheim (1966), Minujin se trasladó a Nueva York, donde creó el “Minuphone”.
Una obra que tiene su propia sala en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York, el “Minucode”, es de 1968 y es una proyección sobre los códigos sociales del arte, los negocios, la moda y la política de su tiempo, resultado de la filmación, durante cuatro noches, de cuatro cócteles con personas ligadas a esas actividades que participaron a través de anuncios en los medios.
La primera obra de participación masiva en la Argentina sería “El Obelisco de pan dulce” (en noviembre de 1979), una estructura de 25 metros cubierta por 10.000 unidades de pan dulce, en la Feria de las Naciones. Al cabo de diez días, cuando desmontaron la obra para repartir el pan dulce, el entusiasmo del público por obtener uno se convirtió en golpes, caídas, forcejeos y la intervención de los bomberos voluntarios. Esa pieza pertenecía a la serie “La caída de los mitos universales” y en esa misma línea se inscribió “Carlos Gardel de fuego” (1981), doce metros de altura recubiertos de algodón, incinerados, que presentó con atrevimiento en la Bienal de Medellín, la misma ciudad donde murió a los 44 años el cantante en un accidente aéreo.
Gran repercusión tuvo en 1983, en los días previos al regreso de la democracia, “El Partenón de Libros”, un homenaje a la acrópolis de Grecia, recubierto por 20 mil libros que habían sido prohibidos durante la última dictadura cívico-militar. La obra fue recreada en 2017 para la prestigiosa exposición documenta de Kassel, Alemania.
En 1985, “El pago de la deuda externa con choclos, el oro Latinoamericano”, una serie de fotografías junto a Andy Warhol en la mítica The Factory, Nueva York, donde dispuso el maíz en el piso de la entrada y en el medio del montículo se ubicaron dos sillas, donde se sentaron ambos, dándose la espalda uno al otro.
En 2016, la artista argentina obtuvo el prestigioso Premio Velázquez a las Artes Plásticas en España. Hace pocos meses, Minujín fue distinguida con el Konex de Brillante en el rubro Artes Visuales, entregado a las personalidades más destacadas de las Artes Visuales de la última década (2012-2021), la primera vez que el reconocimiento lo obtuvo una mujer.
“Un artista no se repite a sí mismo, sino que se reinventa, a través de cómo cambia el mundo”, suele repetir la creadora, cuya obra forma parte de museos como el MoMA, el Guggenheim de Nueva York, el Centro Pompidou de París, La Tate de Londres, el Olympic Park de Seúl, el Reina Sofía de Madrid y muchos otros.