Ana María Laxalt, investigadora del CONICET en el Instituto de Investigaciones Biológicas obtuvo el reconocimiento como Mención en la categoría “Premio” del Premio Nacional L’Oréal-UNESCO “Por las Mujeres en la Ciencia” edición 2023.
Nacida en Tandil, realizó la Licenciatura y el Doctorado en Ciencias Biológica en la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP). Elaboró su tesis doctoral en el mismo espacio en el que hoy tiene a cargo la Vice dirección, el Instituto de Investigaciones Biológicas (IIB, CONICET-UNMDP).
Asimismo, ejerce tareas de docencia de grado y post-grado, es la Directora del grupo de Investigación “Mecanismos de Señalización en Plantas” y editora de la revista científica “Plant Physiology”.
“Junto a mis hermanos, somos la primer generación de estudiantes universitarios en la familia. Yo quería estudiar Educación Física pero a los 16 años mi profesora de Biología, Susana Martens, del colegio Normal de Tandil, despierta mi interés por la ciencia, el ADN y las moléculas”, relata Laxalt.
El proyecto por el que fue premiada es “Fosfolipasa C en Estrés: Cotrol de Enfermedades en Tomates mediante Edición Genética y Uso de Arabidopsis como Modelo Experimental”, una línea de investigación que comenzó a inicios de su carrera.
Pudo hacer sus estudios de grado y posgrado con becas de la UNMDP y con un cargo de ayudante de primera exclusivo regular que obtuvo en 1996. Su tesis de grado y la doctoral las realizó en el laboratorio de Lorenzo Lamattina, en el grupo de investigación en el área de la Biología Molecular. Con beca post-doctoral del CONICET y de la fundación Antorchas, realizó su post-doctorado en transducción de señales en el laboratorio del Dr. Munnik desde 1999 al 2002 en la Universidad de Ámsterdam, abordando la temática sobre “Transducción de señales mediadas por fosfolípidos en plantas sometidas a situaciones de estrés”.
“El grupo del Dr. Munnik y otros descubrieron la importancia del ácido fosfatídico (PA) como segundo mensajero en situaciones de estrés y desarrollo en plantas. El estudio de la transducción de señales mediada por fosfolípidos en plantas, es un tema novedoso en nuestro Instituto y en colaboración con varios investigadores a mi regreso comenzamos a enfocarnos en la transducción de señales mediada por fosfolípidos en sus sistemas experimentales”, explica Laxalt.
Los años de investigación hicieron que la mirada de interés se profundice cada vez más sobre cómo contribuir a mejorar las plantas en situaciones de estrés. Y ahí llega el proyecto elegido por L’Oréal-UNESCO.
El tomate es una de las hortalizas más cultivada en nuestro país. Todas las plantas están constantemente expuestas a una gran diversidad de microorganismos patógenos como virus, hongos y bacterias. Cada uno de ellos presenta características específicas que le permiten establecer una relación con la planta hospedadora. El reconocimiento de los patógenos activa respuestas de defensa denominadas de inmunidad. Durante la interacción, los patógenos pueden utilizar esta inmunidad inducida para su propio beneficio.
Y ahí es donde ingresa el foco especifico de este trabajo: apagando esa respuesta defensiva del microorganismo y haciendo que las plantas sean más tolerantes a ellos: “Lo apagamos con una tecnología muy novedosa conocida como Nuevas Técnicas de Mejoramiento (NBT), dentro de éstas utilizamos la Edición Génica con CRISPR/Cas9, o “tijeras moleculares” que de manera guiada nos permiten recortar una parte ínfima en la base del ADN para apagar esas respuestas. Esto nos permitió obtener una planta de tomate más resistentes a dos patógenos que estudiamos hasta ahora”, manifiesta Laxalt.
Según explica la científica estas plantas no son transgénicas y no son consideradas modificadas genéticamente (OGM) por la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (CONABIA), lo cual permite liberar este conocimiento al ambiente ya que son consideradas especies naturales.
Laxalt ingresó a la carrera de investigación del CONICET en el 2004 y desde el 2020 es investigadora principal. Dedicó y sigue dedicando gran parte de su tiempo a la formación de recursos humanos: “soy muy responsable con mis estudiantes de doctorado, estoy encima de ellos todo lo que pueda hasta que siento que aprendieron el método y la rigurosidad científica”, afirma.
Para la investigadora, estos logros son posibles gracias al trabajo en equipo porque la ciencia y el conocimiento son posibles únicamente de manera grupal. Y por esta razón, se toma el tiempo para nombrar a cada una de las personas que hicieron posible este logro conjunto: “Enzo Perk, Juan Martin D`Ambrosio, Andrés Arruebarrena, Silvana Colman, Ignacio Cerrudo, Mariano Martínez, todos miembros del IIB. Pero esto se inició hace muchos años de la mano de Gabriela Gonorazky, Carlos García Mata, Denise Scuffi, Luciana Robuschi, y todo el grupo que trabajó en los modelos que hoy hicieron posible estos logros”.
“Soy una enamorada de la molécula, del ADN, nunca me gustó lo macro, si no la biología molecular y la bioquímica, amo estar descubriendo cosas nuevas en la ciencia todo el tiempo”, comenta. Y de cierta forma, esto se traduce en muchas otras áreas de su vida donde aporta desde lo micro siendo parte de algo más grande: en la ciencia con su mirada puesta en el ADN, en el deporte como miembro del equipo de vóley del que ella afirma que puede ser parte gracias a lo buenas que son sus compañeras, y en la creación de una huerta que cuida los fines de semana con su pareja en Tandil: “ya nos autoabastecemos, nos encanta y es una forma de trabajar en la tierra y hacer algo juntos”.
“Este premio significa un instante de atención para poder transmitir lo que considero importante, como un minuto de fama para que nos rinda en algo que nos entusiasma profundamente y se entienda que en nuestro país se hace ciencia, ciencia buena y sustentada en la ciencia básica. Este premio es una forma de visibilizarnos, y principalmente a las mujeres para impulsar políticas de equidad de género en nuestras instituciones”, concluye la investigadora.