“A nadie le importa una señora que barre”

Desde La Plata y con más de tres años en cartel, llega este unipersonal a Miramar y Mar del Plata, donde el gesto y la palabra son valor fundamental para conquistar al público.

¿A quién pueden confiarle sus cosas los invisibles de la calle, aquellos a los que nadie ve de tanto estar siempre ahí? ¿Qué ocurre cuando sobre el paisaje ordinario de una vida ordinaria aterriza sin avisar lo extraordinario?

En el marco de su gira por la costa atlántica, llega a Miramar y Mar del Plata el unipersonal “A nadie le importa una señora que barre”, bajo la dirección y dramaturgia de Fabián Fernández Barreyro y con la actuación de Nora Oneto. Será el jueves 21 de septiembre a las 21 en la Fundación Teatro Sur de Mar del Sur (Calle 31 y 102), el viernes 22/09 a la misma hora en Kostantin Teatro (Dupuy y calle 28) de Miramar y el sábado 23 y domingo 24/09 en El Séptimo Fuego (Bolívar 3675).

La señora sin nombre trajina de madrugada con escobillón y pala mientras desgrana su historia frente a interlocutores casuales. Habla del surco descolorido que era su vida. Y luego de cómo, sin darse cuenta, algo la fue desviando del surco hasta arrojarla en brazos de lo extraordinario. Para ese entonces la señora ya no barre. Vibra. Tiembla. Canta. Vuela.

Se trata de un ritual teatral mínimo y en estado de máxima pureza. Un cuerpo ofrece gesto y palabra a los espectadores para desnudar de a poco, como retirando capas de cebolla, el núcleo incandescente del alma que lo mueve. Nada más (ni nada menos).

Acompañada en piano y voz por Joaquín Galeliano, con escenoplástica de Leonor Arnao, diseño de luces de Gustavo De Marco y soporte audiovisual de Gilda Lorenti, la actriz muestra como el gesto y palabra van desnudando de a poco, como retirando capas de cebolla, el núcleo incandescente del alma que los mueve.

“La Helen Mirren Platense” Nora Oneto da cuerpo a esta actuación celebrada con cinco estrellas en críticas de espectadores en Alternativa Teatral, desde su estreno en 2021 hasta la actualidad. Esta obra marcó el primer trabajo conjunto con Fernández Barreiro, para quien este texto se ve atravesado por “La angustia que corroe el alma” de Rainer Fassbender (1974) y “un retorno a lo primogénito del teatro, a lo básico, del gesto y la palabra”.