
“En Argentina nací, tierra de Diego y Lionel, de los pibes de Malvinas que jamás olvidaré…” reza el inicio del canto que unió a todos los argentinos hace 4 meses. El pedido de justicia y el reconocimiento de todos los que dejaron su vida en las islas debe ser un compromiso ciudadano en este y cada dia
Oscar, es ex combatiente, tiene 73 años y conversó con “el Retrato..”. Su testimonio da cuenta del infierno de aquellos jóvenes durante y después de la guerra.
Hoy, está más entero que nunca. Detrás de él está su hija y sus nietos y comenta que al mayor de ellos le interesa mucho su historia. El niño, nacido en democracia, tiene un abuelo que a sus treinta y tres años, según él, le cortaron la sonrisa
“Yo estuve en el Crucero General Belgrano, pasé casi 40 horas flotando en una balsa con el agua congelada. El Mar tenía una sensación térmica de -20º. Nunca voy a entender cómo mi cuerpo soporto eso. Yo veia peliculas en blanco y negro sobre la guerra y no entendía como se salvaban. Cuando me pasó a mí me di cuenta que la mente de uno es lo que hace a la subsistencia en esos momentos. Después de eso perdí en un 80% los grados calóricos del cuerpo, tarde diez años para recuperarme. Luego de la guerra, en pleno verano andaba con polera y medias, de a poco me recuperé” comenta.
“Apenas volvimos nos prohibieron hablar. Pudimos decir lo que nos pasó en Malvinas después de diez años, mientras tanto no se sabía nada, ni en los colegios ni en ningún lado. Con el paso del tiempo pudimos empezar a hablar. Ahora damos charlas en distintos colegios por todo el país para que no se sepa solamente nuestro sufrimiento a partir de los libros, sino contando nuestra verdad para que la gente se entere de lo tortuoso que fue vivir la guerra” recalca.
Por otro lado, Oscar cuenta cómo comenzó todo : “ Nos mandaron sin saber nada, el buque estaba desarmado, trabajamos día y noche para armarlo. Nos decían que teníamos que ir a pelear por Malvinas. Entre nosotros nos cuestionamos que era pelear, no teníamos idea que teníamos que hacer. De repente nos veíamos cumpliendo órdenes de cargar cañones de guerra. Nos manejabamos con instrucciones sin tener noción de que daño iba a cometer el cañón cuando apuntaba a otro buque” dice.
Agrega, además que no tuvo reconocimiento por parte de la población y del estado por mucho tiempo: “ Enseguida nos escondieron, nos escondió la sociedad y la Armada. Nos abandonaron totalmente en lo que respecta a la salud mental. Nos dejaron totalmente a la deriva. Cuando me daban una medalla subestimaban todo lo que vivimos, me cuestionaban si era por tomarme un vaso de vino. La propia fuerza nos despreciaba. Tuvo que pasar mucho tiempo para que nos reconozcan” señala Raul.
Asimismo, cuenta que por estas fechas siente “un bajón que toma más fuerza el 2 de mayo que es cuando me subí al barco”
Cuenta que cada vez quedan menos sobrevivientes y que en épocas de elecciones aparece dinero para cualquier cuestión, excepto para cubrir las necesidades y las cicatrices que dejó aquel conflicto bélico del cual aún hoy el estado no termina de hacerse cargo completamente