(Por Xavier Aldo Marcone) Dos espacios de alta tradición en la ciudad deben ser analizados en su uso y destino actual. Ambos son íconos de la ciudad y por ende amados por todos los marplatenses, reconocidos por los visitantes a la ciudad y parte de nuestra identidad.
Ellos son, sin duda alguna, la Base Naval y el Golf Club Mar del Plata, linderos ambos con la tradicional Playa Grande.
Tan icónicos lugares, lejos de garantizar la seguridad o proclamar el esparcimiento, son fuentes potenciales de peligro a la integridad física de los marplatenses … mas decir, de los habitantes y visitantes de la ciudad.
Por un lado tener en medio de un conglomerado urbano un objetivo militar en caso de confrontaciones bélicas, no es por si nada agradable (aunque sea pintoresco) y puede ser un imán que en determinada situaciones lastimen a las personas.
Distinto, pero no menos peligroso, es la cancha de golf, del cual parten proyectiles que caen sobre edificios linderos a la cancha, vehículos y humanos. Cabe solo recordar el caso de Maria Eguren del 14 de agosto de 2014, silenciado misteriosamente. Las distintas aseguradoras del club pueden dar fe de la cantidad de siniestros pagados por la emisión de pelotas de golf fuera del campo contra vehículos y edificios … solo en Juan B. Justo 50 se han roto cristales a un promedio indescriptible.
La Asociación de Fomento del Puerto pidió la clausura preventiva del Golf Club en oportunidad de un siniestro provocado por varias emisiones de pelotas de golf, en el gobierno de Daniel Katz, lo cual fue desoído, esto mucho antes de lo de Eguren.
Dicho esto, la ciudad tendrá, en algún momento, que tomar dos decisiones importantes, erradicar la Base Naval y con ella, antes o después, la cancha de Golf. Luego evaluar, pensar, programar el destino de ambos lugares.
Por empezar, proteger las tierras del Golf Club para que nunca se construya nada en ellas, es una medida lógica e importante. Por otro lado, pensar que nuestra ciudad debe tener de una vez y para siempre un verdadero puerto deportivo, sumado a un puerto intermedio a la altura de Pinamar, que nos nutra del parque de embarcaciones por excelencia del país, como es Buenos Aires. Ambas decisiones serán duras de tomar, porque siempre habrá voces que pretenden juzgar los proyectos por quien los impulsa y no por el proyecto en si mismo.
Y esto está pasando con las tierras del Golf Club, que no son del club o de sus socios, sino de todos los marplatenses. Esa tierra fiscal ha quedado hoy en plena ciudad, y no quede duda que debe ser un gran parque. No por ello se va a perjudicar un deporte tan excelso o a quienes lo practican. De hecho, el Golf Club Mar del Plata tiene su cancha propia, adquirida sobre 50 hectáreas (dos veces y media que la actual de Playa Grande) a menos de 40 cuadras de la actual, en el barrio que lleva su nombre (Nuevo Golf) en Mario Bravo y Jorge Hernández ( continuación de Elisa A. de Bosch).
Sin perjuicio de todo ello, cualquiera que lea las condiciones en las cuales se le renovó la concesión a este club, verá que han incumplido severamente con gran parte de sus obligaciones. No se ha ensanchado la calle Alem retirándose hacia el SE, ni realizado las veredas sobre el Boulevard, entre otras obligaciones incumplidas que de por si solo son motivo de anular la concesión. Todo ello sin perjuicio del valor vil que se paga, el atraso o falta de cumplimiento en las tasas e impuestos.
Esta sería la realidad que tenemos que afrontar y que en algún momento tendremos que decidir los marplatenses, sin importar quien sea el que proponga la idea, cual sea su partido político o su orientación filosófica, social o económica. Debatir la idea por la idea misma, y si sirve para la ciudad que nos merecemos.
Yo me imagino un gran parque entre Alem y el Boulevard y entre Juan B. Justo y la casona del Golf Club, que deberá quedar como monumento recordativo de una época gloriosa. También me imagino una Base Naval convertida en puerto deportivo y centro de atracción turística, verdadero amarradero de cruceros de cabotaje, veleros, centros de buceo, museo del submarino, y, en definitiva, atractivos que a la ciudad le faltan vinculados con el mar.
XAVIER ALDO MARCONE