Mala praxis Versus Atención segura del paciente

(Por Dr. Julio Cesar Tuseddo) A través de la historia los servicios de salud han demostrado el valor que aportan a la sociedad a través de la mejoría de la vida y calidad de vida de nuestra población. Que la ciencia haya posibilitado controlar enfermedades tan graves como la viruela, que dispongamos de procedimientos que permiten realizar intervenciones quirúrgicas en el corazón o el cerebro y hasta que hoy se pueda realizar cirugías mediante robots son desarrollos que sin dudas superarían las expectativas de cualquiera que hubiera hecho un pronóstico sobre estos avances hace 1 siglo.

Pero aunque lo mencionado es un aspecto indiscutiblemente positivo, esos mismos avances no nos ha permitido observar una realidad dolorosa aunque oculta. Y es que se comienza a observar a mediados del siglo XX que con la misma acción en la que intentábamos ayudar frecuentemente también estábamos provocando daños, perjuicios que hasta llegamos a asumir eran un accesorio inseparable de la práctica de la medicina. Empezamos a tomar conciencia entonces, que trabajamos en un sistema de salud configurado defectuosamente en un contexto complejísimo. Consideremos que hay descritas más de 15000 enfermedades, 6000 fármacos, 120 especialidades y que el trabajo se desarrolla de la interacción de múltiples disciplinas y actores mediante con malos mecanismos de comunicación y variables niveles de conocimientos y destrezas. Debemos tomar conciencia que, como dice el Académico de la Universidad de Harvard Michael Eugene Porter, “En la actualidad intentamos suministrar medicamentos del siglo XXI con estructuras organizativas, procesos de gestión y sistemas de medición del siglo XIX.”, por lo que el sistema de salud debe repensarse a sí mismo. Gestionar esos servicios con métodos de principios del siglo pasado no puede más que dar los resultados que vemos hoy: definitivamente malos.

El fenómeno del daño provocado por los servicios de salud se hace indiscutible a partir del año 2000 con la publicación del Instituto de Medicina de EEUU “Errar es Humano” que informa que las muertes producto de errores de los servicios de salud eran en ese país superior al que se informaban por accidentes viales, el SIDA o el Cáncer de Mama. Luego de esta publicación se multiplicaron los estudios, (algunos en Argentina) y a partir de esta información y por la acción de profesionales preocupados nace el movimiento por la seguridad del paciente con el objetivo de desarrollar acciones para reducir el impacto del problema. Desde entonces los países desarrollados y la Organización Mundial de la Salud en particular han propuesto acciones de política pública orientadas a cambiar el paradigma de gestión de los servicios de salud de modo que podamos ser conscientes del problema y desde allí tomar acciones correctivas. Tristemente, en Argentina el desarrollo ha sido escaso ya que no hay políticas públicas destinadas a ello y los centros de asistencia que trabajan sobre el asunto son solo algunos centros de gestión privada y escasamente algunos públicos; la Ciudad de Mar del Plata no escapa a esa regla puesto que se trabaja activamente sobre el tema solo en algunos centros de atención privados.

Cada vez que se produce daño por la acción de los servicios de salud tenemos escenas dolorosas ante situaciones muy tristes donde vemos pacientes o familiares afectados pidiendo se haga justicia ante un daño que ha producido lesiones o la muerte. Ese reclamo es absolutamente legítimo, pero esconde en el mismo la esperanza que la justicia corrija la situación para que el hecho no se repita. Lamentablemente esto último no ha ocurrido nunca ni va a ocurrir, porque en la sanción eventualmente se produce un acto de reparación y justicia ante el daño, pero no necesariamente cambian los modelos que hacen que los errores sanitarios sigan sucediendo, con el lamentable corolario que lo que ocurrió volverá a ocurrir, porque quienes trabajamos en los servicios de salud somos seres humanos y estamos determinados indefectiblemente a equivocarnos.

Se hace entonces necesario empezar a trabajar en políticas públicas, extensivas a los centros de atención sanitaria, que pongan a la seguridad sanitaria (atributo estratégico de la calidad de atención) dentro de las prioridades del sistema de salud, políticas con demostrada eficacia en países desarrollados en la reducción de la frecuencia o del impacto de los errores, que no hacen caer la responsabilidad exclusivamente en los trabajadores de salud, sino que establecen mecanismos de prevención o de barrera que hacen que los errores no alcancen a los pacientes y con ello evitar el daño.

Hay también factores perniciosos presentes de modo silente. Por un lado, que el sistema de salud (producto de la falta de acceso y por las condiciones de inseguridad en que se desarrolla) está perdiendo progresivamente confianza pública y por lo tanto valor social; por otro lado, un efecto colateral en este marco es que los trabajadores de salud también sufren cuando cometen un error, más aún cuando ese error provoca lesiones a personas a quienes pretende por vocación y acción ayudar. Este fenómeno fue definido por el Dr. Albert Wu, médico de la prestigiosa Universidad John Hopkins como síndrome de la segunda víctima describiendo las consecuencias psíquicas, profesionales y físicas que sufren los trabajadores de salud, que frecuentemente conduce el retiro de la actividad de profesionales cuyo costo de formación es altísimo y son indispensables para el sistema, a la pérdida de capacidad de trabajo y en casos extremos hasta el suicidio (un ejemplo emblemático es el caso Kimberly Hiatt). Esto debe llevarnos a la reflexión, cuando vemos que los trabajadores de salud tienen tasas de suicido que casi triplican la de la media de la población general. Es penoso que en nuestro sistema no existan, como hay en países desarrollados, mecanismos que contengan a los trabajadores de salud afectados para que alivien su sufrimiento y que se establezcan procesos que permitan su recuperación; lamentablemente quedan solos para afrontar el evento.

La complejidad en que se desarrolla el ejercicio de los servicios de salud, la demostrada falta de seguridad que resulta de su configuración defectuosa en ese contexto y el daño prevenible indiscutible que provocamos producto de esos factores hacen obligatorio que todos, especialmente quienes gestionan el sistema de salud tomemos conciencia del problema, para que quienes ejercen su profesión para ayudar a las personas puedan hacerlo confiados en que si se equivocan el sistema procurará mecanismos que eviten que ese error le provoquen daños al paciente.

Industrias como la aeronáutica o nuclear han trabajado en ese sentido y han tenido éxito, tanto que hoy es 1600 veces (no es exagerado, resulta de comparar siniestralidad) más seguro viajar en avión que ingresar a un hospital.

Debe cambiar el paradigma cultural de los servicios de salud, reducir el daño que producimos y que tiene como víctimas a los pacientes, a los trabajadores de salud y al sistema mismo, es el desafío moral y ético de nuestros tiempos.

 “Los hechos no dejan de existir solo por ser ignorados” Aldous Huxley

Dr. Julio César Tuseddo

Ex Director CEMA

Embajador Argentino Patient Safety Movement Foundation