El 8M no se celebra. El 8M no se felicita. El 8M no se regalan flores, ni se cuelgan globos rosa.
El 8M se lucha, se siente, se abraza y se ocupa la calle, donde las mujeres ganamos batallas, dónde alzamos nuestra voz juntas, convirtiéndola en una sola que pide a gritos la igualdad.
Si, aún en el 2022 las mujeres seguimos luchando, día a día, por la igualdad. Y lo seguiremos haciendo hasta que no nos maten por ser mujeres, hasta que no nos violen, hasta que tengamos los mismos salarios que los hombres, hasta que podamos caminar por la calle sin miedo, hasta que no hayan mensajes avisando a mujeres que “llegamos bien y estamos a salvo”, hasta que el patriarcado deje de existir y la justicia tenga, definitiva y realmente, perspectiva de género.
Cada 26 horas una mujer argentina muere por violencia machista. Anualmente miles de hijos se quedan sin madres. La violencia machista azota a todas las mujeres cada día, la muerte es el ejemplo más extremo de lo que se vive por el hecho de nacer mujer. Todas las mujeres, sin importar edad, ocupación, vestimenta y cuerpo somos vulnerables a ser víctimas de violencia machista, y en la mayoría de los casos, rondando los 30 años ya sufrimos todo tipo de abuso.
El 8M no se festeja. Se lucha, en las calles donde las mujeres ya levantamos bandera y conseguimos que el aborto en Argentina sea legal y gratuito.
Alzar la voz, de manera organizada, es parte del principio de la lucha ganada. Aún queda mucho por avanzar, la lucha es larga, pero estamos en camino por una sociedad más justa y menos violenta. El patriarcado, tarde o temprano, se va a caer. Las mujeres lo estamos derribando.
Jimena Paternoster