El equipo de trabajo está compuesto en su mayoría por argentinos, algo que no es casualidad. “Las chicas argentinas tienen una ética laboral que no hemos encontrado en ningún otro lugar. Se quedan más tiempo, se esfuerzan más, y entienden la importancia de trabajar en equipo”, asegura Gastón. En total, tienen 18 empleados, de los cuales 14 son argentinos, y la mayoría comparte una identidad y valores similares, lo que facilita la relación laboral.
A pesar de los años que llevan en la isla, tanto Guillermina como Gastón sienten que su vínculo con Mar del Plata es irrompible. Cada vez que pueden, viajan a Argentina para recargar energías, pero también para recordar por qué eligieron emigrar. “Siempre hemos mantenido la esperanza de que, aunque sea difícil al principio, si trabajas duro y te adaptas, puedes tener una vida mejor aquí”, asegura Guillermina.
]]>
Apoyo constante más allá del mes de octubre
Linda fue clara al remarcar que, si bien octubre es el mes de la concientización sobre el cáncer de mama, la problemática no desaparece el resto del año. “Es muy importante recordar que todos los meses hay mujeres que están atravesando esta enfermedad, que están angustiadas, que necesitan apoyo, contención y sobre todo, no sentirse solas”, enfatizó.
Aunque no cuentan con cifras oficiales locales, estiman que en la isla se registran alrededor de 1.500 nuevos casos de cáncer de mama al año, una cifra que pone en evidencia la magnitud del desafío. Acabemos ofrece un punto de encuentro para mujeres que han recibido un diagnóstico reciente, aquellas que están en tratamiento, o incluso que están en etapa de recuperación. “Muchas mujeres se acercan angustiadas luego de una mamografía o una biopsia. Necesitan hablar, necesitan comprender qué les está pasando, y saber que no están solas”, señaló Linda.
Grupos de apoyo y contención emocional
Uno de los aspectos más valorados del trabajo que realiza Acabemos es la creación de espacios seguros donde las mujeres pueden compartir sus experiencias. “Ofrecemos grupos de apoyo, hacemos actividades que ayudan a aliviar el peso emocional. Es muy diferente hablar con alguien que ha pasado por lo mismo, que entiende lo que es una quimioterapia, lo que se siente cuando apagas la luz y sabes que te van a dar un diagnóstico en pocos días”, explicó Linda con una sinceridad conmovedora.
La enfermedad, además, no afecta únicamente a la mujer diagnosticada: impacta en todo el núcleo familiar. Acabemos acompaña también a familiares que muchas veces no saben cómo actuar, qué decir o cómo ayudar. “La relación con los hijos cambia, con las parejas también. El cuerpo cambia, y con eso muchas veces cambian las emociones, la sexualidad, la autoestima. Todo eso debe ser tratado con respeto, comprensión y mucho amor”, agregó.
En muchos casos, los tratamientos prolongados o la carga emocional derivan en problemas de convivencia e incluso separaciones. La asociación intenta abordar estas cuestiones con una mirada integral y empática, brindando un espacio donde cada mujer se sienta contenida, escuchada y valorada.
La importancia de la prevención y la detección temprana
“La prevención es clave. Siempre les decimos a las mujeres que, ante cualquier cambio en los pechos –sea un bulto, cambio de color, secreciones– no duden en ir al médico. Cuanto antes se detecta, más posibilidades hay de curación”, subrayó Linda, recordando que el cáncer de mama es una de las enfermedades con mayor tasa de recuperación si se trata a tiempo.
Gisela Strachann también destacó el rol de la sociedad en esta problemática: “Cada vez hay más información, más visibilidad, pero todavía falta conciencia real. Las mujeres se sienten solas cuando reciben un diagnóstico, y ahí es donde estamos nosotras”.
Acabemos con el Cáncer de Mama es mucho más que una asociación: es una red de mujeres que se sostienen unas a otras, un espacio de humanidad, fortaleza y esperanza. Gracias al trabajo incansable de personas como Linda y Gisela, hoy Alcudia cuenta con un recurso invaluable para enfrentar una de las enfermedades más duras, pero también más luchadas, por miles de mujeres en todo el mundo.
]]>“Yo vine en febrero del 2000 a Alcudia“, relata Gastón, quien llegó con una idea vaga, buscando una oportunidad tras años de trabajo como coordinador de viajes en Argentina. La situación económica en Mar del Plata lo había agotado, y a los 22 años decidió probar suerte en otro lugar. “Mar del Plata estaba complicado, y yo ya estaba un poco cansado de todo”, admite.
La llegada de Gastón a Alcudia marcó el comienzo de una nueva etapa, pero no fue hasta 2003 que conoció a Guillermina, quien también había llegado a la isla con un plan diferente. Estudiaba para ser contadora pública, y vino a pasar unas vacaciones a visitar una amiga. “Nos conocimos y decidimos emprender juntos”, recuerda Guillermina. A partir de ese encuentro, ambos comenzaron a dar forma a lo que sería su negocio de bijouterie.
El camino no fue fácil. Empezaron con un pequeño puesto de bisutería en Pachá, una discoteca que ya no existe, y las primeras ferias y mercados fueron complicados. “Cuando empezamos, no teníamos idea de nada, ni de cómo comprar en Madrid, ni de cómo ir a China“, confiesa Gastón. Lo que parecía ser un desafío enorme, pronto se transformó en una oportunidad.
Las primeras ventas fueron mínimas, y a menudo los ingresos no alcanzaban para cubrir los gastos. “En nuestra primera feria, el 27 de marzo, hicimos solo 17 euros”, recuerda Gastón, quien, sin embargo, no se desanimó. Al contrario, decidió apostar por su propio proyecto y dejar de lado el camino tradicional. “No voy a ir a buscar un trabajo que me paguen a fin de mes. Quiero trabajar para mí”, afirmó con determinación, aún cuando las ganancias eran mínimas.
El primer gran desafío fue aprender a manejar el negocio. No solo se trataba de encontrar buenos productos y venderlos, sino de entender el mercado local, los precios y la logística detrás de la compra y venta. “Cuando empezamos a comprar mercadería, nos cobraban precios altísimos por cosas que valían mucho menos. Pero lo vendíamos, aunque no sabíamos si estábamos ganando o perdiendo dinero“, relata Guillermina, quien a pesar de no tener experiencia en el rubro, rápidamente se sumergió en el negocio con el mismo ímpetu que Gastón.
Con el paso de los años, la pareja logró consolidar su emprendimiento. El negocio de la bisutería se transformó en algo rentable, y, a medida que aprendían más sobre el mercado, comenzaron a adquirir productos en China y Madrid, lo que les permitió diversificar su oferta y aumentar el volumen de ventas. La apertura de la primera tienda en 2008, en Puerto Pollenza, marcó el inicio de una nueva etapa para Angkor, el nombre que eligieron para su marca. “Empezamos a ver el negocio de otra manera”, dice Gastón, quien reconoce que la tienda fue un punto de inflexión.
Para 2011, ya tenían seis tiendas, cinco propias y una en franquicia, aunque la franquicia no tuvo el éxito esperado, principalmente por la falta de comunicación y la toma apresurada de decisiones por parte de los franquiciados. A pesar de este tropiezo, la experiencia les enseñó a ser más cuidadosos con las inversiones y a consolidar su negocio sin apuros. Para 2017, sin embargo, el mercado comenzó a cambiar y las ventas bajaron.
La importancia de estar bien ubicados en el mercado nunca fue más clara que en esos años. Según Gastón, el secreto de su éxito no solo radicaba en los precios y la calidad de la bijouterie, sino en la ubicación estratégica de los puestos y tiendas. “Si estás en el lugar correcto, la venta viene sola”, afirma.
]]>Las tiendas fueron cerradas durante varios meses, y el impacto económico fue profundo. Para sobrevivir, la pareja apostó por fortalecer su presencia online y trabajar en la venta a distancia. “No era fácil. Tuvimos que hacer frente a un montón de deudas, y algunos contratos con los propietarios de locales fueron complicados de manejar”, relata Gastón ante “el Retrato” , quien tuvo que negociar plazos y descuentos con los arrendadores de los locales que se complicaba seguir pagando durante la pandemia.
A pesar de las dificultades, la adaptación fue clave para mantenerse a flote. El gobierno de España implementó medidas como el ERTE (Expediente de Regulación Temporal de Empleo), que permitió a los emprendedores como Guillermina y Gastón reducir costes laborales. “El gobierno nos ayudó a mantener a los empleados, y nosotros, aunque con mucho esfuerzo, logramos salir adelante”, dice Gastón.
La pandemia, además, trajo consigo una profunda sensación de nostalgia por su tierra natal. A pesar de las mejoras tecnológicas, como el uso de WhatsApp y videollamadas, Guillermina y Gastón extrañan profundamente la calidez de los vínculos personales que dejaron en Mar del Plata. “Lo que más extraño es a la gente. La forma de relacionarse, la calidez humana“, confiesa Guillermina. “Acá todo es más protocolar. Si vas a la casa de alguien, debes avisar con días de anticipación. En Mar del Plata, te tocan el timbre y te traen facturas sin avisar”, agrega Gastón.
El contacto con sus raíces argentinas sigue siendo fuerte. Ambos intentan mantener su conexión con Mar del Plata a través de las visitas de familiares y amigos. Incluso su hijo, quien nació en Mallorca, mantiene una fuerte identidad argentina, a pesar de vivir en una isla tan diferente.
]]>Cerdá Marquet forma parte de los mercados temáticos con una propuesta que combina arte, historia y artesanía. Lo suyo es la forja tradicional, una labor que va mucho más allá de doblar hierro al rojo vivo. En su puesto exhibe espadas, piezas decorativas y armamento forjado con técnicas que hoy parecen sacadas de un museo viviente.
“Yo vengo de Pollensa, que es una de las primeras fundaciones romanas en la isla. Hay ruinas, un teatro romano… Así nació la idea del mercado romano, y aquí lo que hacemos es enseñar lo que hacemos. En mi caso, forja. Trabajo hierro. Hago espadas, armamento, piezas decorativas”, cuenta.
El trabajo de Guillerm no es el de una cerrajería común. Es arte con historia, paciencia y fuego. Pero lo que fue durante siglos un oficio imprescindible, hoy apenas sobrevive como un eco del pasado.
“¿Vivir de esto? No. Hay gente que lo hace, pero yo sinceramente solo participo en cinco mercados al año. Si alguno no me compensa, cierro el taller. Así de simple”.
Un arte sin herederos
Habla sin dramatismo, pero con esa sinceridad melancólica del que ama lo que hace, aun sabiendo que está destinado a desaparecer. Dice que se acerca la prejubilación y que, aunque nunca le ha faltado trabajo, el camino ha sido cuesta arriba.
“Desde el principio intenté aplicar el diseño a mi trabajo. Buscar un cliente que no encuentra lo que quiere en talleres grandes o con materiales prefabricados. Hay un pequeño hueco para nosotros, los que hacemos cosas únicas. Pero es pequeño”.
Sus ojos se iluminan un poco cuando habla de los balcones antiguos que observan en distintos lugares de Alcudia, con rejas trabajadas a mano, con detalle. “Eso se llevaba mucho en Argentina también, en su época fuerte”, dice con una sonrisa fugaz, como recordando tiempos donde la forja aún tenía un lugar en la ciudad y en la vida cotidiana.
Hoy, el principal obstáculo no es el hierro, ni siquiera el precio de los materiales, sino el tiempo. El tiempo que lleva formar una pieza, y el tiempo que cuesta formar a una persona.
“Las horas de trabajo son impagables. Es muy difícil encontrar un cliente que esté dispuesto a pagar lo que vale de verdad una pieza forjada. A veces me preguntan si uso forja falsa o prefabricados. Intento adaptarme a lo que el cliente busca, pero claro que dan ganas de decirles que no. Que prefiero hacer las cosas como antes. Pero uno sigue, aunque el cuerpo y la mente estén cansados”.
Sin relevo generacional
Lo que más le duele, reconoce, es la falta de continuidad. No hay herederos. No hay aprendices. Ni siquiera interesados.
“No tengo relevo generacional. Tengo un nieto de 10 años, pero olvídese. Los chicos hoy no se acercan, no comprenden este oficio. Y formar un aprendiz me cuesta mucho dinero. Además, debo invertir tiempo en enseñarle. Y al poco tiempo se va. Como todos. No es factible”.
Cerdá Marquet forma parte de una generación que sostiene con esfuerzo la memoria de un mundo que ya casi no existe. Un mundo donde los oficios eran parte del alma de un pueblo, donde el hierro no salía en serie de una máquina, sino de manos negras de hollín y fuego.
Cada golpe de martillo en su taller es también un intento por frenar lo inevitable: la desaparición de un arte que durante siglos fue símbolo de fuerza, de permanencia, de creación.
Y sin embargo, ahí sigue. En su puesto, en sus mercados, con su fragua y sus piezas únicas. Como si el tiempo no pudiera del todo con el fuego de la forja.
]]>
La principal novedad este verano ha sido la caída de la demanda de regímenes como la media pensión y el todo incluido, que descendieron más del 10%, mientras que el ‘self-catering’ creció un 7%. Esta modalidad, que permite a los visitantes cocinar en su propio alojamiento, evidencia una mayor contención del gasto, incluso por parte de los turistas internacionales.
“Después del COVID se nota un cambio importante: los visitantes, incluso los que llegan desde otros países, muestran mayor austeridad y prefieren opciones más económicas”, destacan desde la agrupación hotelera. Este comportamiento se refleja también en la oferta complementaria: la restauración ha sufrido una caída de ingresos del 15 al 20% respecto al año pasado, según datos de CAEB Restauración y FERIB.
Para los hoteleros, este año marca el fin del llamado “efecto champán”, una etapa de euforia post-COVID, y da paso a una demanda más contenida, similar a la prepandemia. El costo de la vida pasa factura a casi todos y “los turistas en una Mallorca con los precios más altos este año ya se miran los bolsillos”. A pesar de ello, el balance es considerado positivo.
“Es una temporada buena, pero con claros síntomas de moderación. Esto nos obliga a trabajar con inteligencia, reforzando la calidad, la diferenciación y la sostenibilidad de nuestra oferta”, concluyó un portavoz del sector.
]]>
En total, 144 puestos dan vida a esta feria que combina lo mejor de la tradición local con las nuevas expresiones del arte y la artesanía contemporánea. Hay de todo: desde los clásicos productos gastronómicos de la región , embutidos, panes caseros, quesos curados y dulces típicos, hasta un amplio abanico de trabajos artesanales en cuero, piedra, madera y alambre. Los joyeros locales también ocupan un lugar destacado, con piezas únicas que mezclan técnicas ancestrales con diseños modernos.
El ambiente es, como cada año, uno de los grandes atractivos. Las calles empedradas de Alcúdia se llenan de música, talleres y exhibiciones en vivo que atraen tanto a familias locales como a los turistas que descubren en este rincón de la isla una experiencia distinta. “Es una feria que conserva el alma del pueblo”, comenta una de las organizadoras, “pero al mismo tiempo se abre al mundo con una oferta cultural y artesanal que crece edición tras edición”.
Los visitantes disfrutan no solo de las muestras de artesanía, sino también de los espacios gastronómicos, donde los cocineros locales preparan platos tradicionales al aire libre. El olor a carne asada y hierbas mediterráneas impregna el aire, mientras los músicos animan las plazas con melodías populares.
La feria, que se inauguró el viernes por la tarde con un acto oficial y una degustación de productos regionales, se extenderá hasta este domingo al anochecer. Para muchos, este fin de semana es una oportunidad de reencontrarse con los oficios de siempre y de celebrar la identidad de Alcúdia, un pueblo que ha sabido transformar su tradición en un motor cultural y turístico.
A medida que cae la tarde, las luces de los puestos iluminan los rostros de los visitantes y el murmullo de diferentes idiomas llena el aire. Es el reflejo de lo que la Feria de Alcúdia ha logrado tras casi cuatro décadas: unir a la comunidad local con miles de viajeros que encuentran aquí no solo una muestra artesanal, sino una experiencia auténtica e irrepetible.
Por estas tierra recuerdan que fueron, una especie de faros urbanos, pequeños templos de papel que abrían antes que nadie y cerraban después que todos. En sus estantes convivían los titulares que marcaban la agenda mundial, las revistas de moda que hacían soñar y los coleccionables infantiles que aguardaban a la salida de la escuela. Los kioscos de la isla fueron algo más que un punto de venta: eran parte del pulso cotidiano de la ciudad. Hoy, sin embargo, se apagan en silencio, arrastrados por una combinación letal de modernidad, burocracia y desinterés
La caída del papel
La primera herida llegó con la digitalización. Los lectores de prensa, cada vez más habituados a consumir noticias desde el móvil, dejaron de comprar diarios en papel. Las cifras hablan por sí solas: desde 2010 las ventas de periódicos y revistas cayeron más de un 60 %. Para los kiosqueros, aquello significó ver reducidos sus ingresos a la mínima expresión.
Un canon imposible
A esa sangría se sumó un segundo golpe: los altos cánones que apli.can por estos lugares las municipalidades. Por ejemplo un taxista de Palma, que supo tenerlo como trabajo estable, indicó ante “el Retrato” que en última adjudicación, la comuna de ese lugar exigía cerca de 80.000 euros anuales a la concesionaria, además de una inversión considerable en renovación de estructuras. Un costo difícil de soportar incluso en tiempos prósperos, y prácticamente imposible en plena debacle del papel.
Diversificar, pero con trabas
El Ayuntamiento de Plma, dijo, intentó dar un respiro con un nuevo modelo de negocio que permitiera diversificar la oferta. Se autorizó la venta de bebidas frías, comida envasada e incluso hasta la instalación de cajeros automáticos, algo impensado en Argentina. Pero la realidad fue otra: no se permitió vender café o chocolate caliente, para no competir con los bares cercanos, y las máquinas bancarias nunca llegaron a instalarse. “Lo que debía ser un salvavidas se convirtió en un espejismo” afirmó con tristeza el hombre del volante.
Una rutina que se extingue
En medio de esta tormenta, los kioscos fueron perdiendo su esencia y, finalmente, su razón de ser. Palma se fue quedando sin esos mostradores donde la actualidad se servía en papel, sin esos vendedores que conocían de memoria a sus clientes y reservaban la revista favorita del niño o el suplemento de crucigramas para el jubilado.
El cierre de los kioscos no es solo un hecho económico; es también un cambio cultural. El algo que no solamente aquí se extingue, sino ue va marcando el fin de una costumbre que marcó generaciones: la del paseo matinal para comprar el periódico, el saludo al kiosquero y la primera lectura en las clásicas terraza de un café.
Para muchos vecinos, el cierre de estos puestos significa perder un punto de referencia cotidiano. Para otros, es simplemente el fin de una era que la pantalla digital ha borrado sin miramientos.
El ex kiosquero, con un marcado dejo de nostalgia recordó que “ más allá de vender periódicos, representaba nuestra cercanía, conversación y memoria compartida. Los kioscos fueron la voz de la calle; su ausencia, en cambio, deja un silencio difícil de llenar”.
]]>
La ciudas es una de las elegidas por cientos de argentinos , entre los que se destacan una gran comunidad de marplatenses que arribaron a este lugar de las Islas Baleares tras nuevas oportunidad laborales y una vida de tranquilidad
Con algo más de 21.600 habitantes, Alcúdia mantiene el equilibrio entre tradición y modernidad. La ciudad antigua conserva murallas medievales, calles estrechas y mercados semanales que atraen a visitantes y residentes por igual. A pocos kilómetros, el Puerto de Alcúdia ofrece otra postal: un enclave moderno, con hoteles, restaurantes y la playa más larga de Mallorca, que se extiende durante más de siete kilómetros.
El turismo, columna vertebral de la economía
La economía de Alcúdia gira casi por completo en torno al turismo. El sector servicios, hoteles, restaurantes, comercios y actividades de ocio, representa más del 90 % de la actividad local. Cada verano, la bahía recibe un aluvión de visitantes europeos, especialmente británicos, alemanes y nórdicos, lo que dispara la población flotante a cifras muy superiores a la oficial. Aunque no existen estadísticas públicas exactas del número de turistas por municipio, se calcula que Alcúdia concentra una de las mayores ofertas hoteleras de Mallorca, con decenas de miles de plazas disponibles en temporada alta.
En los últimos años, además, el municipio ha diversificado su atractivo. El cicloturismo ha experimentado un auge significativo, con un crecimiento de hasta el 30 % en la llegada de deportistas que eligen la zona como base de entrenamiento gracias a sus carreteras y paisajes. Este fenómeno amplía la temporada turística más allá de los meses de verano y ayuda a reducir la dependencia del turismo de playa.
Una población diversa
Pero Alcúdia no es solo un lugar de paso para turistas. También es un punto de llegada para cientos de inmigrantes que han encontrado en el municipio un lugar donde establecerse y trabajar.
En el conjunto de Baleares, casi un 18 % de la población es extranjera y otro 18 % procede de otras comunidades autónomas españolas. Dentro de los residentes nacidos en el extranjero, los latinoamericanos tienen una presencia destacada. Según datos recientes, hay alrededor de 37.000 colombianos y 35.600 argentinos repartidos por las islas.
Los argentinos en Alcúdia
En Alcúdia, la comunidad argentina es especialmente visible. Muchos de sus integrantes llegaron en busca de oportunidades laborales vinculadas al turismo y la hostelería, y con el tiempo formaron parte activa de la vida local. Su presencia se percibe en restaurantes, comercios y servicios, donde han sabido adaptarse sin perder sus raíces culturales.
Junto a los argentinos conviven también inmigrantes de otras nacionalidades latinoamericanas, como colombianos, venezolanos, paraguayos y chilenos. Aunque las cifras desagregadas por municipio no son públicas, se estima que Alcúdia acoge una proporción significativa de esta población, en parte atraída por la demanda estacional de mano de obra y la calidad de vida que ofrece la isla.
Un retrato en movimiento
El caso de Alcúdia refleja una realidad más amplia: cómo un municipio mediterráneo puede transformarse en un mosaico donde conviven vecinos locales, turistas de paso e inmigrantes que eligen quedarse. A lo largo del año, el pulso de la ciudad cambia. En invierno se respira tranquilidad en el casco histórico; en verano, la bahía se convierte en un hervidero de visitantes que multiplican el tamaño del municipio varias veces.
La historia de Alcúdia es, en definitiva, la historia de una comunidad que vive entre murallas medievales y playas modernas, entre el turismo masivo y la vida cotidiana de quienes decidieron echar raíces lejos de su país de origen.
M.A.
]]>El fenómeno se percibe en prácticamente todas las ciudades de la isla: estacionamientos junto a playas, áreas recreativas y zonas rurales reciben a estos vehículos que combinan turismo y residencia temporal. Para muchos viajeros extranjeros, se trata de una forma económica y flexible de explorar Mallorca; para algunos locales, en cambio, se ha transformado en un modo de vida impuesto por la dificultad de acceder a una vivienda tradicional.
Este doble uso, entre ocio y necesidad, refleja una tendencia creciente en España, donde el encarecimiento de la vivienda ha llevado a sectores de la población a instalarse de manera prolongada en caravanas. En Mallorca, la situación plantea un reto para las autoridades, que deben equilibrar la promoción de un turismo alternativo con la regulación de espacios públicos y la convivencia vecinal.
Condiciones de vida en las caravanas
Las personas que residen en estas caravanas enfrentan condiciones de vida precarias. Muchos de ellos trabajan en el sector servicios, con ingresos que oscilan entre 1.000 y 1.500 euros mensuales, lo que les impide acceder al mercado inmobiliario tradicional.
Legislación y normativas vigentes
En cuanto a la legalidad de residir en caravanas, la normativa municipal ha experimentado cambios recientes. Inicialmente, el Ayuntamiento de Palma aprobó una ordenanza que contemplaba sanciones de hasta 1.500 euros para quienes residieran permanentemente en autocaravanas estacionadas en la vía pública.
Sin embargo, tras las protestas de asociaciones y colectivos afectados, el Consistorio decidió modificar la ordenanza para ajustarla a la normativa del Código de Circulación, permitiendo el estacionamiento de autocaravanas por un máximo de diez días en cualquier punto de la ciudad, siempre que no se desplieguen elementos al exterior ni se generen molestias Además, se ha establecido que las personas en situación de exclusión social no serán sancionadas económicamente por residir en autocaravanas
No obstante, el empadronamiento en una caravana presenta desafíos legales, ya que la legislación española requiere una dirección fija para este trámite. Aunque es posible empadronarse en una caravana si esta se encuentra en un lugar con las condiciones adecuadas, como un camping con servicios básicos y cédula de habitabilidad, en la práctica, muchas personas en caravanas no logran acceder a este derecho
Perspectivas futuras
La situación de las personas que viven en caravanas en Palma pone de manifiesto la necesidad urgente de abordar la crisis habitacional en la ciudad. Si bien las modificaciones legislativas han aliviado temporalmente la presión sobre este colectivo, persisten desafíos relacionados con el acceso a servicios básicos, el empadronamiento y la integración social.
Gran parte de los mallorquines afirman que es esencial que las autoridades locales y la sociedad en general trabajen conjuntamente para encontrar soluciones sostenibles que garanticen el derecho a una vivienda digna para todos los ciudadanos.
M.A.
]]>